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AIRE

Recorre con la mirada esas fotos, esas imágenes del hambre y la desesperación africana. ¿Qué dicen los ojos de los niños, qué los cuerpos?. Allá donde vayamos, las imágenes nos ofenden como alfileres infinitos, infinita miseria. Y los tontos igual sonríen, sonríen al borde de la muerte porque aman la vida sobre toda la desgracia; los tontos de los niños hambrientos igual sonríen a cámara porque es nueva y está limpia, limpia como sus almas desnudas, pequeñas, suaves, eternas, mejores.
A quién creemos cuando África nos grita salvajemente, y ¿quién decretó las pandemias, la marcha sangrienta? ¿son las armas, el petróleo, la experimentación directa en seres humanos inferiores? Quién lo diría, tenemos un vertedero aquí mismo, a ver si somos más limpios.
Hambre, hambre sin manos, agua de aire, sal condimentada y calor bajo los árboles locos. Turismo de hambre, caza de hambre, y la muerte corriendo el maratón de África, tán rica y tán perdida; y me parece el laberinto de los cuerpos hinchados, del principio y del fin del hombre tán cercano que huelo los huesos callados, y no hay hipermercado cerca.
Levantad los brazos y las caras porque es momento de recuperar el orgullo y pedir cuentas por las vidas malogradas. Comed todo el pan y devolvednos las migajas, no lloraremos. Salid fuera y aspirar la tierra prometida y los frutos de su degradación; un reloj se está parando.
Recorre las calles de tu ciudad, y sueña con ayudar a nuestros hermanos, quizá una limosna generosa para educar una mente en la excelencia. Por un euro desaparece el hambre y también la sed, solamente un euro, euro, euro.
Despertad: su hambre es nuestra hambruna, su sed la muerte de nuestra moral desarrollada, Sócrates, Platón y Hegel descarnados junto al suspiro eterno del niño agonizante.
Y lo que pasa es que nada podemos hacer con este holocausto insolente, porque cada uno de nosotros está atado a una silla, una labor, una máquina para vivir.
Recorre con la mirada tu propio rostro, y verás que no sonríe, no puede.

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