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PREGUNTAS AL VUELO

¿Son creíbles realmente los argumentos que se esgrimen a favor del aborto legal?¿Por qué tratan de justificar la aberración máxima? ¿Somos libres en el mundo occidental o seguimos en una sociedad feudal? ¿Es el cáncer resultado del soylent green que nos dan, o qué? ¿Quién eligió la horrible expresión Blackberry, y qué coño aporta la gilipollez ésa? ¿Los socialistas, aparte de decadentes y ladrones máximos, son tontos o lo somos los votantes? ¿Podemos eliminar de este mundo la infecta preeminencia de los Estados Unidos? ¿Qué tipo de enfermedad mental tienen los que apoyan nuestros nacionalismos periféricos y aldeanos?¿Por qué son tan sumamente feos o con aspecto de yonkis desesperados? ¿Son los etarras humanos o producto de laboratorio?¿Quizá cerdos rabiosos?¿Saben hacer algo, aparte de disparar por la espalda?¿Por qué no los matamos y punto? ¿Cuando la cadena perpetua de verdad? ¿Quién alienta el ataque continuo a los católicos y por qué nos defendemos tan mal?¿Es producto de mala conc...

DÍAS COMO HOY

Decía Mafalda que cada vez iba quedando menos que decir. Y eso lo decía en la década de los 60. Ahora, además, va quedando menos que hacer. Esta vida que nos toca sufrir asemeja un bucle eterno de presencias y corrientes enquistadas: Es lo mismo cada día. Como en un infinito día de la marmota, nuestra vida gira en torno a ciertos asuntos que se cuentan con los dedos de una mano, y que no dejan espacio para la emoción individual o colectiva, a no ser que consideremos emoción adquirir una pantalla de plasma o un nuevo teléfono móvil que incorpore GPS. Las emociones murieron hace años, y ya nos queda esperar que se detenga la noria y bajarnos con la sensación de que podíamos haber vivido más, profundizado más, aprovechado más. Y así estamos, esperando en nuestra Casablanca privada, esperando, esperando, esperando y, en el fondo del espíritu, sabiendo que hay engranajes que no volverán. Menos que decir, nada al fin.

¿EMPRESARIOS?

Ay, señor, llevamos una serie de años, interminable agonía, en que cuando te presentan a alguien y cometes la torpeza de preguntar a qué se dedica, invariablemente el interpelado se yergue sobre sí y cambia el tono de voz, al responder: -Tengo una empresa, yo. Mía propia, mi empresa... Y con esa estupidez te quedas lívido. ¡Un empresario!¡Un creador de empleo, un motor de nuestra economía!¡El nuevo Rockefeller!¡Henry Ford!. Pues no, queridos amigos estándar, lo que suele tener el insectívoro en cuestión es un tienducho, una peluqueria, un kiosko, una humilde página web, lo que toda la vida ha sido un negocio, y más propiamente un comercio. Desde que a algún estúpido de cerebro calcinado se le ocurrió eso de pequeña y mediana empresa, todos a saco en la categoría. Habla el presidente de la CEOE y escuchan cual si fuera su gurú, a ver por donde va a tirar su empresa, pues son empresarios, cosa que suelen recordarnos a cada paso de conversación. Dejémonos de chorradas impropias y sueños d...

LETRAS SUCIAS

Desde que descubrieron el poder de la repetición mental, los progresistas insisten y determinan qué es cultura y qué no lo es. Normalmente cultura es todo aquello que proviene en mayor o menor medida de sus arcas, sus filas, sus cachorros. Es evidente que no puede decirse que no han existido intelectuales de izquierda con altura, pero sí es fácil saber que tal altura no siempre es justificada. El siglo XX está trufado de plúmbeos ejemplos que moverían a risa si no fuera porque constituyen, tales nombres, una nómina extensa de referencias para justificar una altura cerebral inexistente; pero resulta que los derechones se han acobardado y sufren, hincando las rodillas ante los nombres que restriegan las vocerías de turno. Y todo por parecen justos y, horrible palabra, democráticos. No es democracia lo que tenemos frente a nosotros, señores: es abuso moral. En primer lugar conviene insistir en que la orientación política o vital del intelectual de turno no guarda ninguna relación con su t...

ENRIQUECERSE, ENVILECERSE

Cuando era un pobre dependiente, tan desgraciado que trabajaba sabiendo que me estaban robando como a un tonto la empresa democrática de la que era virtual esclavo, la clientela habitual estaba compuesta de todos los estratos sociales con un denominador común: modales de cerdos asilvestrados. Mis responsables, que eran casi tan desgraciados como yo, solían aleccionar a los diablos vestidos de uniforme que éramos con argumentos tales como "Si te tratan mal o te insultan, tranquilo, no es nada personal", acompañados de una mirada entre beatífica e iluminada. Eran los mismos que perdían completamente las formas cuando les tocaba dialogar con los clientes modelo cafre-máximo. Yo me partía en dos cuando veía sus caras desencajadas intentando explicar a los búfalos-cliente que no podían llevarse toda la tienda por dos euros, y evidentemente nunca deje pasar la ocasión de responder adecuadamente a los imbéciles que siempre pretenden verter sus modales de alquería cuando están en v...