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ENRIQUECERSE, ENVILECERSE

Cuando era un pobre dependiente, tan desgraciado que trabajaba sabiendo que me estaban robando como a un tonto la empresa democrática de la que era virtual esclavo, la clientela habitual estaba compuesta de todos los estratos sociales con un denominador común: modales de cerdos asilvestrados. Mis responsables, que eran casi tan desgraciados como yo, solían aleccionar a los diablos vestidos de uniforme que éramos con argumentos tales como "Si te tratan mal o te insultan, tranquilo, no es nada personal", acompañados de una mirada entre beatífica e iluminada. Eran los mismos que perdían completamente las formas cuando les tocaba dialogar con los clientes modelo cafre-máximo. Yo me partía en dos cuando veía sus caras desencajadas intentando explicar a los búfalos-cliente que no podían llevarse toda la tienda por dos euros, y evidentemente nunca deje pasar la ocasión de responder adecuadamente a los imbéciles que siempre pretenden verter sus modales de alquería cuando están en ventaja, excepto cuando me sentía demasiado perezoso para discutir.
Ya entonces venía desarrollando mi teoría del enriquecimiento-envilecimiento, que con los años se puede formular así: Es absolutamente imposible pasar de la pobreza a la opulencia sin robar, engañar, traicionar y cometer todas las bajezas posibles en la relación humana de trabajo. Por eso me sigo partiendo en dos cuando veo a los altos ejecutivos y estratos superiores de poder adquisitivo salir de sus abrillantados coches con aire de superioridad y modales de gañan escolarizado; porque se nota a la legua que han vendido toda su moral para llegar a este grado de estupidez monetaria.
Los bancos roban, por tanto los que trabajan en un banco roban. Las grandes superficies roban a sus empleados y aprovechan las ventajas de la mano de obra barata para llenarse el bolsillín, por lo tanto roban y estafan. Los políticos se salen de las tablas, pues lo primero que averigüan es dónde está el dinerillo a mangar. Los empresarios, las grandes firmas de moda, las televisiones, los fabricantes de tecnología, todos chorizando y aplastando cabezas y/o voluntades, que tanto da. Parece difícil trabajar en alguna empresa limpia por completo, por eso deseo fervientemente establecerme por mi cuenta, o mejor, enriquecerme por la cara. Pues el rollete de las ONG o el comercio justo apesta hasta en Zambia, opción errónea.
Porque me parto en dos cuando veo a los afortunados, pero muero por estar en su cuello de marca, comprendedlo. Así que si quieres forrarte y que tu conciencia no te pique, la única salida posible es ganar la lotería: podrás vivir del cuento sin haber destruído a nada y a nadie. El dinero viene del estado, ladrón máximo de la historia, y tendrás tiempo para vivir para tí, no para los chacales empresariales.
La teoría, es cierto, carece de rigor, pero ahí la dejo, pues la otra vía implica cerrar el grifo de la moral y cargar cual elefante loco, que no es plan.
Eso para los más ricos del infierno, pitbull de los negocios.

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