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Mostrando las entradas etiquetadas como CUENTOS

LAS SOMBRAS

Empezó a clarear. Tumbado hacia arriba, sus ojos semicerrados recibieron los colores del cielo de la mañana; oyó pasos arriba en el camino y sintió miedo. Tenía la certeza de su miseria, y ni siquiera ya podía considerarse acompañado. Abajo en el valle descansaban los restos de su padre, y con ellos su última esperanza de vivir como un hombre. En todo esto pensaba el hijo antes de levantarse, pero también buscaba en su interior razones para levantarse y caminar, y permanecía quieto. Calor de la mañana... Era lo suficientemente inteligente para saber que estaba fuera del mundo, como una excrecencia social; tenía brazos y piernas pero no sabía qué uso dar a toda su capacidad para entrar en la ciudad y no sucumbir en ella, ignorado. No poseía apenas educación, ni dinero, ni higiene, ni don de gentes, ni simpatía. Tenía miedo y dolor y pérdida y nada más. -Soy joven...-suspiró como recurso para sí mismo. Y se levantó, precisamente porque era joven y tenía hambre de lucha. Cerca había un pu...

CAMBIO DE LUZ

El aire se esfuma y vuelve, tiene las horas contadas; trae voces y risas absurdas. Hace frío y las nubes oscurecen la fuerza de un sol en retirada y tenemos la ciudad en sombra. ¡Cómo corren todos, afanados en desmanes y trabajos reptantes! ¡Cómo informan de las caídas y subidas de la bolsa incomprensible! Andando en cadena asentimos, porque han subido la luz y el teléfono y el gas y el pan, pero no debemos preocuparnos, estamos en occidente, donde hay de todos para todos. Luego miras arriba y es la misma luz de siempre, tan sutil que apenas come la piel, y diríase que cada cuerpo es un mundo y cada mundo no desvanece. Hay un cambio de luz que significa rearme de parejas. No hay parques donde llorar en silencio, en esta ciudad.

EL VERANO PRIMERO

Ella apoya suavemente la cabeza en la toalla y deja que el sol poderoso de agosto acaricie su piel. A su lado un muchacho llena el pensamiento de emociones sin nombre y se acurruca mientras de soslayo se maravilla con miradas breves. Tiene el pelo rubio y brilla; sorprende el color dorado del cuerpo tan joven y formado, con el esplendor femenino ya mostrado, por eso el chico se asusta y ella sonríe. -¿Cuando te vas? -Mañana temprano, a las seis. Mi padre vuelve al trabajo -Dentro de tres días volveré yo -¿Me llamarás? El mira hacia el mar y respira, buscando aire no inquieto. Piensa en los labios de la chica, no puede evitarlo. Lo demás le da igual. -Te llamaré, claro... Y no tiene más palabras, y ella calla. No se atreven a romper el ansia del anhelo, tan grande como la tierra, y más perfecto. Tanta imaginación, tan limpia que diríase que el amor puede ser así, puro y fresco. Delante como la orilla se extiende ante los dos la vida vacía casi, esperando que cada uno de ellos rellene s...

Y SI NOS VEMOS

Nos vemos luego, cuando pase este invierno infinito y cruel, sí señor, nos vemos luego. Nos vemos después, dentro de un tiempo, y tú me contarás cuánto has vivido y sonreirás mientras recuerdas lo poco que me decías y todo lo que callabas por no herir. Nos vemos en los árboles crecidos en la primavera del mundo, nos sentaremos al sol y veremos qué ha sido de nuestras cuitas y nuestros anhelos, y quizá lloremos mientras la tarde enrojezca y nuestros labios se sequen de tantas confidencias. Habrá un sillar justo y cruel que no temblará al dictar sentencia, y pediré hablar un tanto para no morir sin saber de áquellos a los que despedí abruptamente, antes de cumplir. Nos vemos luego, campos interminables de alegría plenamente alegre donde corren hasta avergonzarse las ideas del ayer, sí, nos veremos allí pronto y habrá saludo y voces y el término de los interrogantes. Yo seguiré amamantando la memoria un tiempo y luego también marcharé, andando despacio y por senderos inciertos; el aire se...

NOCHE DE DOMINGO

Escupió. -¡Qué asco de río!- dijo con desprecio. Román aspiró de su cigarrillo. -Se va a hacer tarde... -¿Y dónde quieres ir, con tanta prisa?¿Te espera alguien? -No-Susurró el otro-, pero me gustaría ir a casa, casi es de noche y tengo hambre. Vámonos -Bueno, termina tu cigarrillo, hombre, no seas pesado -Mara me espera Román volvió a escupir. -Pues no se para qué... No respondió, limitandose a ajustarse el abrigo. Hacía largo rato que no se veía un alma y los coches pasaban con menos frecuencia. Aún así, Pedro terminó el cigarrillo y no se levantó; quedaron los dos mirando al vacío sin hablar por unos minutos, y parecían absorver los sonidos de alrededor. Noches así esquivan la rutina de las cosas, y lo cotidiano se hace distante y frío como la escarcha nocturna de la ribera del río. Finalmente, Pedro habló. -Vámonos, es tarde ya- dijo, después de un bostezo. Román asintió y se incorporaron, saliendo a la calle a través de la arena del parque con las manos en los bolsillo y la cabeza...

GALGO EN ASFALTO

Hay un galgo en la rotonda, desafiando el tránsito y trotando erguido. Va como de paseo despreocupado, su cara alargada muestra la angustia y pasan los coches a su lado, le van a romper la crisma tarde o temprano, hay un galgo. El sol reparte fuego, los coches respetan de momento su camino como si fuera un carro antiguo, el galgo llora y gime pero avanza locamente en terreno hostil, no respeta las señales, únicamente sigue el dictado de su mente enferma, no busca árboles, trota en la carretera, con un plástico al cuello. Qué hará sino recordarnos que existen y quieren ir locamente por el asfalto. Va a morir loco y solo en la carretera. Quizá no y supere la locura del tránsito desesperado de los hombres y sus máquinas, cerebros de plástico; si, señor, hay un galgo despistado rodando por la carretera y nadie hace nada por él sino esquivarlo y perdonan su estupidez. La luz brilla sobre todos nosotros mientras ocurren hechos así, tan leves y distantes que nadie se ha enterado de que hay un...

EL MANSO

De súbito, volvió la tranquilidad, una quietud abrumadora, después de todo. -Me río del miedo ¿Me oyes?-dijo, entre tembloroso y acobardado-, me río yo, óyeme Se sentó en el oscuro pasillo, como roto y deslabazado; caía un hilo de saliva de su boca crispada. Inclinó la cabeza hacia la izquierda y comenzó a murmurar cada vez más rápido: -Culpa, culpa, culpa, culpa, culpa, culpa, culpa... Y la saliva huía de su boca espantada. En el rellano empezó a haber movimiento, era seguro que ya estaba sentenciado. A lo tonto se vió a sí mismo en la infancia, cuando merodeaba en la huerta, y sintió gran vergüenza de haber acabado así, tan violento y desgraciado. En la huerta sonriendo. Si pudiera volver allí y sonreir, sabiendo porqué, nada hubiera ocurrido. Tarde, claro; Enrojeció. Un ruido en la puerta y luego un estruendo y pasos y la sombra en el principio del pasillo y el recuerdo de la huerta en su niñez. Gritaron algo cerca y luego le voltearon. Se sorprendió de la cantidad de sangre que cho...

UN DEBER

Debo cruzar el puente. No es asunto difícil, se trata de un puente de piedra, sobrio y firme y el río no es caudaloso, pero me da miedo hacerlo, pues sospecho que lo perderé todo si paso a la otra orilla. -Para completar tu educación tienes que ir al otro lado -me dijo mi padre, hace dos días- y, una vez allí, seguir por donde necesites... Una parte de mí desea pasar el río y desparramarse por la tierra, pero la otra, que me domina, quiere permanecer en este lado con lo conocido. No es que sea una persona miedosa, es que no sé si quiero conocer más rostros o ver a la gente. Para prosperar sé que todo el mundo cruza a edad temprana y su vida cambia y maduran y se hacen sociables y conscientes, pero yo no lo veo claro, porque me gusta pasear solo y no tener que rendir cuentas a nadie y, por si fuera necesario justificar mi reticencia, no deseo conocer más cosas ni tratar con nadie que no sea yo, y mi miedo aumenta y enrojezco sin motivo, solo en el pilar del puente, porque soy el último ...

DE NOCHE

Y luego, por la noche, cierro los ojos creyendo todo cerrado y el día terminado. Caigo en un sueño sin voces ni rostros, en una suspensión donde algo se rompe gota a gota. La respiración se tranquiliza y comienzan los bailes del sonámbulo. La calle rompe su silencio de vez en cuando, pero da miedo pensar qué está ocurriendo. Podría morir sólo con ser señalado por un hombre fuerte, morir sin dejar rastro; podría ser la última noche. Pasan las horas hasta la angustia del amanecer y cada hora parece crecer el pánico del alma. Luego duermo y calla la angustia; calla un rato suave y tranquilo hecho de paz negociada, como cuando niño reía y dormía y reía y dormía y nada más. Y, sin embargo, no puedo olvidar que mi perro gime toda la noche en la cocina sin consuelo posible, y su soledad es, pues, mi derrota definitiva. Pasan los años y las gentes, ¿O es que no los oyes?. ¿No gimen cada noche en silencio, como mi perro?.

BORRADO SÚBITO

El martes se encontró con la sorpresa: su hermoso piso, que tanto había costado poseer, ya no era suyo. Su marido y sus hijos eran de otra y tenían un apellido extraño y lloraron confundidos cuando intentó hacerles comprender que un par de horas antes contituían su hogar y su familia. Después de unos cuantos gritos y súplicas, fue expulsada a empujones y malos modos por el recién amnésico marido, y salió a la calle aturdida y nerviosa. Atardecía temprano y el tiempo señalaba la inminente lluvia. Pero no sabía dónde ir. Al pensar en su caso, se le ocurrió que, después de todo, no era tan malo haber borrado su huella doméstica, y empezar una nueva vida sin ataduras ni tristezas era excitante, así que lanzó un beso fugaz a sus hijos en el aire, derramó unas postreras lágrimas y se encaminó calle abajo cada vez más risueña y liviana. Al cabo de ciertos pasos empezó a borrarse su silueta aún joven y no quedó otra cosa en la acera que una sombra sin identidad, que se desvaneció en cuanto la ...

RUTINA

El señor Gil llevaba 35 años recorriendo el mismo camino de su casa al trabajo; iba andando pues apenas distaba unos minutos de paseo. Al principio, como era fumador, Gil tardaba casi exactamente un cigarrillo de distancia, con un lapso inicial para comprar el periódico; esta rutina duró 5 años, ya que tuvo que dejar el tabaco por prescripción facultativa. Al comenzar el sexto año, el camino de casa al trabajo empezó a pesarle de manera extraña, así que intentó romper la rutina cambiando de periódico, de forma de andar, de pensamientos y de actitud ante el desarrollo, pero la pesadumbre de Gil crecía sin remedio y se rindió. Decidió hacer el camino porque sí, porque era necesario y no tenía mayor misterio ni encanto posible. Abotargado y cansado, siguió los restantes años recorriendo el mismo recorrido cada vez más opaco, más gris, más deprimido, hundiéndose en la melancolía y la abulia de un tiempo sin huella. Para el señor Gil el camino era una metáfora espantosa, macabra de su traba...

LA CRISÁLIDA

En cierta mañana de un abril incierto, hacia las nueve, el vecino más circunspecto y formal del edificio abrió la pesada puerta de su pisó y gritó a pulmón suelto: -¡Ahora, instálese la locura y el caos en mi vida! Y cerró dando un portazo. A las once salió un hombre de expresión nueva, como un reverso luminoso de sí mismo. Con aquél golpe de timón anunciado a voz en grito, consiguió vivir feliz hasta su último día sobre la tierra, siempre libre y consciente. Sus vecinos le temieron y evitaron siempre, lo que no afectó a nuestro héroe en la autoestima ni rompió su hechizo personal.

ES POR AQUÍ

Amanece. La primera luz empieza a inundar el camino del valle, mostrando en su linde las plantas en esplendor de la potente primavera y crece el romero, cerca y distante. Aun lejos habla el río cuyo rumor refresca el inconstante camino. Muchos recorrieron la senda antes y sus pensamientos han quedado flotando en el aire como si hubiera un hogar perpetuo para estas palabras nunca pronunciadas. Aquí han tomado forma algunas decisiones afortunadas, porque el camino del valle proporciona a la persona las fragancias y percepciones necesarias para comprender, y los mismo árboles creadores de sombra parecen animar al alma sola a pelear contra el mundo. Así, entre desniveles y curvas y plantas que acarician la arena del camino se alcanza la aldea, triste destino para un paseo de perfección como es éste. Tantas pasos perdidos en el tiempo, tanta melancolía cuando se deja de recorrer el gran camino de la madre naturaleza y de la humildad del hombre, exactamente cuando la noche anterior ha dejado...

EL BUEN SEÑOR

El señor Alberto entró en la cocina, cortó una rebanada de pan y la metió en la tostadora. Después echó un poco de aceite en la tostada y completó la merienda de medianoche con unas tiras de jamón ibérico sobre el pan aceitado. Comió despacio, acompañándose de un vino ejemplar; al liquidar el aperitivo corrió a acostarse muy contento. Acababa de ganar unos cinco millones de euros para sanear sus cuentas corrientes, algo que tenía preocupado al buen señor Alberto desde quince días atrás, cuando la liquidez estaba en entredicho. Era un lince para salvar los trastos: Había puesto de patitas en la calle a cien empleados negociando indemnizaciones menores, mentido como un bellaco en todas las reuniones, sobornado un poco por todos lados y había logrado estafar al fisco gracias a pequeñas fisuras de la legislación. La empresa estaba perdida, pero el dinero del señor Alberto no. Las luces de su casa se apagaron y el señor Alberto durmió profunda y serenamente, como si hubiera trabajado alguna...

UNA HISTORIA POSITIVA

Un hombre recorría el mundo vendiendo periódicos atrasados, pero no lo suficiente para ser considerados históricos. En cierta ocasión le preguntaron la razón de tan peregrino negocio, del que apenas sacaba para comer con humildad. Él reprimió una pícara sonrisa, y haciendo un esfuerzo por evitar su carcajada, replicó: -Porque las noticias buenas de ayer han crecido, señor, y hoy son excelentes, como ya sabemos los que las conocimos de jóvenes... -¿Y las noticias malas? ¡Son la mayoría! -Las noticias malas, señor, son el pasado. El daño ya se ha causado, los que debían llorar lo han hecho, y los demás seguimos en el camino.. Y dejando las últimas palabras flotando en el aire de la tarde cálida, se marchó a vender su mercancía olvidada al siguiente pueblo, canturreando canciones felices.

UN HOYO

Bueno, pues costó una barbaridad horadar el suelo para enterrar los pilares. Después de dos días de esfuerzos, rompieron la primera capa, con lo que el operario respiró aliviado. El capataz mudó su expresión al asomarse a la brecha y ordenó detener los trabajos; se paseó arriba y abajo por donde la máquina había quebrado el suelo e hizo una llamada. Una hora después se presentaron los constructores, sudando y con trajes caros y feos; conferenciaron junto al agujero y se acercaron a la máquina excavadora. -Empieza a excavar lo más rápido que puedas, y calladito- Fueron sus palabras exactas. Hubo un gran socavón que se rellenó de cemento, y de esta manera se perdió la ciudad mejor conservada de la época romana, pues aquellos hombres consideraban mejor negocio seguir con la construcción de un bloque de pisos a tanto el metro construido que avisar a las autoridades y perder el negocio. Eso sí, se llevaron sus buenas piedras de recuerdo, los muy ladinos.

EL GRAN ASALTO

Quiso romper el techo de su destino, y acabó fregando suelos en el Bar de Sombra, donde las almas solitarias minaban su cuerpo a base de alcohol barato, palabras huecas y recuerdos difusos de antiguas glorias. En tristes madrugadas devastadas desoía a los clientes y curaba sus heridas en el rincón. Pero jamás derramó una sola lágrima. Limpiaba y esperaba el fin del abismo.

EL ABISMO

Cuando hubo cerrado la puerta de su humilde vivenda dejó de sudar. Se sentó inclinado en una silla frágil y quedó en suspenso. Tras años de intuición volátil ya tenía la certeza a su fracaso y miedo: No sabía vivir; y las reglas que conducen a una persona al triunfo o fracaso eran un enigma para su pobre mente. El abismo abierto a sus pies crecía sin detenerse. Restaba esperar al olvido y una muerte discreta, sin ruido, porque nadie despide a los fracasados. Las aceras de las calles ardían bajo el sol de agosto.

EL ENIGMA DE LA MENTE

Casi a un kilómetro de coronarse campeón, el famoso corredor detuvo su marcha y se sentó en la acera con la mirada perdida. Los espectadores, desconcertados, le contemplaban con espanto. Ajeno a su alrededor, él, húmedo por el esfuerzo de kilómetros, parecía librar una batalla infinita con su voluntad. Tanta era su ventaja sobre el resto de participantes que transcurrió mucho tiempo hasta que el segundo clasificado pasó por donde él había detenido su carrera. Cuando se consumó la tragedia, rompió a llorar y se encaminó con paso firme por entre la gente, perdiéndose en la ciudad. Nunca explicó las razones de tan extraño comportamiento. Era un gran campeón.