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UN DEBER

Debo cruzar el puente. No es asunto difícil, se trata de un puente de piedra, sobrio y firme y el río no es caudaloso, pero me da miedo hacerlo, pues sospecho que lo perderé todo si paso a la otra orilla.
-Para completar tu educación tienes que ir al otro lado -me dijo mi padre, hace dos días- y, una vez allí, seguir por donde necesites...
Una parte de mí desea pasar el río y desparramarse por la tierra, pero la otra, que me domina, quiere permanecer en este lado con lo conocido. No es que sea una persona miedosa, es que no sé si quiero conocer más rostros o ver a la gente. Para prosperar sé que todo el mundo cruza a edad temprana y su vida cambia y maduran y se hacen sociables y conscientes, pero yo no lo veo claro, porque me gusta pasear solo y no tener que rendir cuentas a nadie y, por si fuera necesario justificar mi reticencia, no deseo conocer más cosas ni tratar con nadie que no sea yo, y mi miedo aumenta y enrojezco sin motivo, solo en el pilar del puente, porque soy el último de mi edad en permanecer aquí inocente, sin ansias.
Atardece, la última luz se va hundiendo en la colina, ya es momento de cruzar el suelo húmedo; digo adiós y camino. Estoy seguro de que es un gran error cruzar el puente, pero debo hacerlo.
Adiós a las horas plenas de mi juventud. Hace frío.

Comentarios

  1. Debe ser cosa de familia, General.

    Yo también me pregunté esto hace tiempo... y todavía no he llegado al "otro lado", hermano.

    Saludos salvajes.

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