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LAS SOMBRAS

Empezó a clarear. Tumbado hacia arriba, sus ojos semicerrados recibieron los colores del cielo de la mañana; oyó pasos arriba en el camino y sintió miedo.
Tenía la certeza de su miseria, y ni siquiera ya podía considerarse acompañado. Abajo en el valle descansaban los restos de su padre, y con ellos su última esperanza de vivir como un hombre.
En todo esto pensaba el hijo antes de levantarse, pero también buscaba en su interior razones para levantarse y caminar, y permanecía quieto.
Calor de la mañana... Era lo suficientemente inteligente para saber que estaba fuera del mundo, como una excrecencia social; tenía brazos y piernas pero no sabía qué uso dar a toda su capacidad para entrar en la ciudad y no sucumbir en ella, ignorado. No poseía apenas educación, ni dinero, ni higiene, ni don de gentes, ni simpatía.
Tenía miedo y dolor y pérdida y nada más.
-Soy joven...-suspiró como recurso para sí mismo.
Y se levantó, precisamente porque era joven y tenía hambre de lucha.
Cerca había un pueblo, de imprecisas dimensiones, y resolvió probar suerte en ese lugar.

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