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RUTINA

El señor Gil llevaba 35 años recorriendo el mismo camino de su casa al trabajo; iba andando pues apenas distaba unos minutos de paseo. Al principio, como era fumador, Gil tardaba casi exactamente un cigarrillo de distancia, con un lapso inicial para comprar el periódico; esta rutina duró 5 años, ya que tuvo que dejar el tabaco por prescripción facultativa.
Al comenzar el sexto año, el camino de casa al trabajo empezó a pesarle de manera extraña, así que intentó romper la rutina cambiando de periódico, de forma de andar, de pensamientos y de actitud ante el desarrollo, pero la pesadumbre de Gil crecía sin remedio y se rindió. Decidió hacer el camino porque sí, porque era necesario y no tenía mayor misterio ni encanto posible.
Abotargado y cansado, siguió los restantes años recorriendo el mismo recorrido cada vez más opaco, más gris, más deprimido, hundiéndose en la melancolía y la abulia de un tiempo sin huella.
Para el señor Gil el camino era una metáfora espantosa, macabra de su trabajo y de su vida, de tal manera que era incapaz de saber qué había hecho tal y cual día concreto por mucho que intentase recordar: todos eran iguales en su mente aburrida y robotizada, tenía como épocas que identificaba más o menos. Globalizaba los hechos por tres categorías: Sol, lluvia y especiales ("Era un día especial: había una chica llorando en mi camino y el viento era fuerte. Debió ser en el año 1986, porque tenía mis zapatos número 16 desde que empecé en el trabajo. Ése día murió la madre").
El señor Gil hizo el mismo camino durante 35 años a diario cuatro veces, y por la noche contaba abrumado las baldosas que iba a pisar la mañana siguiente, y las soñaba perfectas y reales como si las estuviera contemplando en una película que le repetían una y otra vez hasta que sucumbía a un sueño sin brillo.

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