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EL FIN DE LA VIOLENCIA

Querido señor: El fin de la violencia es una bonita frase, pero sólo eso. Puede usted repetirla hasta que se le caiga la sonrisa en uno de esos mítines plúmbeos de su alegría. Alguien la soltó en la reunión y a todos les pareció bien, y usted dijo: a multiplicarla. Sin duda le parece contundente y perfecta, algo así como decir: dos más dos son cinco y medio y el fin de la violencia: aplausos apabullantes del auditorio, tres tristes tigres y el fin de la violencia. Extasiados y arrobados miran los borregos.
Pues bien, señor mío: la ha repetido tantas veces ya que tengo ganas de ver la película, tan original es usted para frases lapidarias que usa las inventadas por otros. Tengo otro señor a la espera, luego siguo con usted...
Querido señor a la espera (a la espera de chupar poder): Usted y sus compadre se parecen cada día más al dibujo Tristón, el de "oh cielos qué horror, que mala suerrrte" . Así, cada vez que sale el señor de arriba con su puerca frase, sale usted cabreado y lanzando espumarajos por la boca y no aportando otra cosa que el apocalipsis patrio.
Pues bien, señor a la espera: Es usted tan igual a sí mismo que debería retirarse al bosque y que pongan siempre la misma secuencia de su eterna queja. Nadie notaría nada.
Señor: olvide las frases y diga simplemente el fin de la matanza, pues de eso hablamos. No olvide que doscientos inocentes tuvieron que morir para que usted ejerza su buen gobierno. Trabaje un poco y olvide su cerebro en casa, no sirve; oiga las voces de los muertos y haga algo honesto por una miserable vez en su vida. Y limpiese la sangre, que es vieja.
Señor a la espera: No olvide nunca a los muertos, no lo merecen. Límpiese las manos y comience a pensar en ofrecer algo diferente a que perdieron el poder por una conspiración cósmica. Perdieron el poder porque la prepotencia llegaba hasta el cielo, el bigotudo estaba loco de poder y olvidaron trabajar; hermano, los muertos no merecen que hable usted en su nombre. Carece de autoridad moral.
Dejen en paz a los muertos que no murieron en nombre de nada ni de nadie. Murieron porque sí, en vano y asquerosamente. Murieron como consecuencia de una clase dirigente podrida, inútil y demoníaca, una banda de aprovechados que se creen más importantes que cualquiera, y anhelan empastar cada mentira en la pobrecita moral de los bastardos.
Fuera máscaras, señores...
elfindelaviolenciaelfindelaviolenciaelfindelaviolenciaelfindelaviolencia...BUM.

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