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LOS SUBTERRÁNEOS

No querían matar a nadie, fue un error, no querían matar a nadie, sabedlo. Era por acelerar el proceso de la inmundicia, la rendición. Querían destrozar, porque para crear hace falta ilusión, esperanza en el futuro, ansia de construcción. ¡Pobre de tí si te has reunido después con los infames, no estás entre nosotros ya! Tienes ante tí el mundo subterráneo que te acogerá y nada será lo mismo, que has cerrado la última rendija que te mantenía a la vida posible, real, honesta, razonablemente limpia cuando se trabaja en la dirección precisa. Recoge tus bártulos y camina con firmeza; de tí quedará la memoria del simple al que se le desmorona continuamente el castillo, el majadero que persiste el el error o el miserable que, sabiendo su acción despreciable, ahonda en ella. Te han engañado los cachorros de lo que antaño eran bestias, ahora pequeños delincuentes sin más horizonte que dañar a el resto de sus semejantes, como hienas comiendo sus entrañas. Ahora, dicen, vuelve la tregua.
No, señor, no. Ahora vuelve el abismo, la negrura, el silencio.
Ahora nos roban, nos engañan, nos dirigen, nos controlan, nos exprimen, nos utilizan, nos muerden, nos aplastan, nos disuelven como azucarillos entre la masa.
Y nos matan, otra vez.

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