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NO A LA GUERRA SIN UN TINTORRO

Los buenazos bienpensantes de la hermosa y desinteresada plataforma NO a la Guerra, rama ARTISTAS, han decidido, por el bien de la Iglesia y de la auténtica eucaristía rosquillera y coránica, asistir a la misa de los curas díscolos de la parroquia madrileña, ésa que alberga un rescoldillo de la teología de la liberación. Se supone que la susodicha eucaristía, un amalgama de tonterías balbuceantes, ha sido duro golpe al poder arzobispal, y acongojados los Obispos, victoria segura. Estos Bardemcillos es lo que tienen, una señora madre más perdida que las memorias de Carrillo revisadas (revisadas por él, claro: un santo varón) recientemente reeditadas para goce del vulgo patrio. La buena señora, actriz insigne, maestra del gesto actoral, releyendo a Carrillito, ha recordado a Gramsci, se ha puesto el traje de cincuenta años atrás y, recogiendo a su grey babosilla, ha vuelto al redil de la religión, a ver qué saca, pues es sabido que Dios los cría y ellos se juntan. Incapaces como son de destruir lo más odiado, siguen perseverando en la arcaica teoría de infiltrarse y aprovechar el éxito ajeno. No hace muchos les sugerí crear una Iglesia propia, con sus oropeles y sus hoces y sus martillitos y sus cosas y sus rosquillas y su buen vino y Al Qaeda y la madre que los parió a todos, pero nada, ellos a lo suyo. Claro que estas palabricas mías no las lee ni el gato, pero en fin, aquí las dejo...
Lo bonito de esta anécdota es que nos retrotrae casi un siglo atrás, cuando la riada comunista tiraba de propagandas, y es hermoso ver a las almas cándidas reconfortadas con sus gamberradas de jardín de infancia. Se supone que engañan, aún hoy, a alguien. Se me escapa a quién pueden convencer con trucos tan sobados y travesuras medio blasfemas, medio tragicómicas. Es imaginable la excitación de los artistas marchando al son a la Iglesia alelada a comulgar dulces y beber vinito consagrado por los curillas ceporros, tan buenos ellos, benditos.
Lo bueno de todo es que los prendas no trabajan demasiado en las películas de cuota, y entretener a los levantiscos sacerdotes y animarles en la mascarada más vieja del mundo es, a fin de cuentas, un servicio a entretenimiento general. Ellos mismos, que el cielo es azul y el vino endulza las locuras de juventud, de juventud cerebral, no física.
Ánimo, muchachos, derribemos las barricadas, tomemos el vino consagrado y que sea rojo, muy rojo, un tintorro por la Iglesia de los desheredados y otro por los negocietes progresistas, famélica legión.
Lo que me pregunto es si les dieron a los angelitos rosquillas en vez de Hostias consagradas, pues es cosa sabida que éstos líderes sociales únicamente comulgan con ruedas de molino, cocinadas en La Bardemcilla, tasca obrera de pro.
Y precios populares.

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