Ir al contenido principal

TRANQUILISMO Y DERIVADOS

Una expresión típica de estos tiempos es la referida a estar tranquilo; uno espera el autobús y como no llega empieza a moverse y, si está acompañado, soltará unos cuantos sapos y culebras hasta que el acompañante, guapo o feo, hombre o mujer, como guiado por un soplo celestial, dirá:
-Tranquilo, ya vendrá...
¡Como si sirviera de algo! Pero es un pie para el nervioso, medicina salvadora, pues la verdad es que tranquiliza.
Uno llega al lugar de trabajo y recibe una bronca del superior o se encuentra todo patas arriba, con lo que inmediatamente comenzará a moverse en dirección ignota y a gesticular, y ya se sabe:
-Tranquilo, conserva la calma...
E intentas conservarla, cosa imposible por demás, pero bueno. Con todo pasa igual, un restaurante que tarda en servir o atender, una tarjeta de crédito que no pasa por el datáfono, unos zapatos que deseas y están agotados y te quedas sin ellos, una respuesta que no llega, y así siempre cada día, al menos una vez, llega a tu cabeza la frase o palabra relativa a la tranquilidad. Ni siquiera es necesario estar acompañado; yo mismo, en multitud de ocasiones me he visto solo en un problema que me dispara los nervios y me digo a mí mismo, firmemente:
-Tranquilo, tranquilo, piensa...
Y me considero no loco, o mas bien apto para la relación humana sin causar destrozos graves a la sociedad. Vamos, que puedo andar suelto por aquí sin organizar desastres que obliguen a los demás (entiéndase policías y fuerzas del orden varias) a decirse entre sí: "Tranquilo, sargento, no perdamos la calma, no le pegue con la porra".
Al menos una vez al día se produce esta situación, y como con otras circunstancias repetitivas de nuestra pobre existencia, no nos percatamos. Pero yo llegaré mas lejos en el análisis del Tranquilismo Humano: lo mejor de todo es que habitualmente respondemos invariablemente lo mismo a esta primera situación que nos hace perder los nervios, y si puede ser a grito pelado, para que lo oigan hasta en Plutón:
-¡Pero cómo voy a estar tranquilo, si...!
Esta última frase es el punto final de la situación denominada Tranquilismo, tras la cual el individuo pasa a otras vivencias típicas de la larva (o sea, nosotros), otras anécdotas, otras situaciones creadas para el hombre moderno que le permiten acumular teatrillos que podríamos llamar sin equivocarnos demasiado estandarizados, pues son intercambiables con nuestro vecino, por ejemplo, y nos son marcados a fuego por la sociedad no bien nacemos. Visto así, la vida resulta cómoda y pronto tendremos un guión escrito por el Enorme Hermano (observa que no digo Gran, sino Enorme) del que no tendremos que salir para manejar nuestras rutinas, con sus frases ya estructuradas y los gestos perfectamente ensayados para una obra social hermosa y sincronizada, común a todos. El cerebro, pues, pierde sentido cómo herramienta de raciocinio o manejadora de hechos inesperados, y queda como simple disco duro para almacenar telediarios de Antena 3 (Matías Prats), y así alcanzar el nivel óptimo de pavor ante las desgracias de la vida: inundaciones, sequías, terremotos, cornisas volantes, alimentos en mal estado, vacaciones mortales, tenedores asesinos, incendios por gas, por cigarrillos, por cienciólogos, museos que son trampas mortales, abuelos ávidos de sangre, escaleras criminalese, incluso, árboles traicioneros, y demás asuntos que, es bien sabido por la redacción de la susodicha cadena, nos ocurren a diario varias veces, a todos.
Un saludo, amigos estándar.

Comentarios

  1. Matías Prats, querrás decir.

    Pues sí, pues sí. Ya ves. La vida es así.

    ResponderEliminar
  2. Tienes razón, pequeño salvaje. Cambiado, gracias y gracias

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Habla, protesta, rectifica, grita...