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A LA DERIVA

No hay más tonto que el que no aprende, no hay mayor desastre que el de vivir en un país aplatanado donde los inútiles se mantienen alentados por las masas de cabezas petrificadas en una idea absurda, pura fachada y absolutamente conservadora. Que un gobierno surrealista y absurdo mantenga, después de tres años largos de despropósitos y errores un colchón de votos como el que ha reunido el socialismo zapateril nos indica el penoso estado mental de los españoles.
Porque si bien resulta lógico admitir que las alimañas batasunas sigan teniendo votos podridos y votantes tarados (enfermos tiene que haber en cualquier sociedad) y los nacionalistas aldeanos aglutinan los desfases mentales de catalanes, gallegos, vascos y demás, me resulta incomprensible que haya una sola persona en este mundo, una persona de bien, que lea, que se preocupe de saber qué es lo hace que una cosa esté bien hecha y qué la convierte en una parodia macabra, que sepa mínimamente -¡Mínimamente, eh!- el momento en que están toreando al viento al personal, y no tome cartas en el asunto, sino que persista en el error.
Porque un socialista sincero, una persona que sienta el socialismo, no la panda de votantes que hay en España, que no tienen ni idea de lo que es el socialismo, ni les preocupa, un socialista de verdad, digo, no puede avalar con su voto a estos mercachifles de lo banal, a estos incultos prepotentes, a esta nadería intelectual.
Claro que los que los han votado son los mismos cazurros que identifican derechona con Lacoste o Tommy Hillfigher, los mismos que los ubican en la Moraleja o Sotogrande, con puros e hijos e hijas con flequillo megatonto, con patatas en la boca mientras hablan y coches 4X4 para todos.
Así, dentro de un año, con las generales, volverán a votar a Zapatero y su troupe, y volveremos a sufrir a un lerdo en el gobierno de España, y a muchos lerditos bajo su ala; allá vosotros.
Los mismos cazurros que no se han dado cuenta de que la política, hoy en día, es el orden. El orden de conseguir cosas útiles para la gente, el orden en las calles, el orden en la economía, en el país, en la justicia; el Orden con mayúsculas al margen de banderas ideológicas que no significan nada.
Es el problema de la democracia: que los tontos orgullosos de serlo pueden votar y dar el poder a quien no sabe gestionarlo excepto para meter la mano ávida, una vez tirado el capullo y la rosa al suelo, para que quepa más dinero de todos.
De todos.

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