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COGIENDO CADENAS NUEVAS, LIMPIAS

Amigos estándar, saludos.
En el curso de la pequeña historia de nuestro tiempo, crece la sospecha, casi certeza, innegable de una realidad pavorosa que bifurca sus raíces en dos frentes, a saber: Cada generación sabe menos y los imbéciles somos legión.
Cada generación sabe menos es indiscutible como afirmación. Una persona hoy está preparada cuando tiene un conocimiento profundo de una diminuta parcela del saber humano; y eso las personas PREPARADAS, porque los demás hemos de conformarnos con una suave pátina de cultura, normalmente atrofiada. Así los oncólogos famosos, los físicos nucleares, los genios informáticos y demás, que, en comunión entre ellos, forman el crecimiento tecnológico y el sustento de nuestra pútrida civilización. Pero se da la circunstancia de que estas lumbreras tienen trabajo porque son mantenidos por dos tipos de generadores de riqueza, a saber: Las corporaciones millonarias (llenas de millonarios a su vez) y los gobiernos corruptos y desgraciados que llevan las riendas de la masa humana global. En las corporaciones millonarias, y concretamente en los millonarios que las dirigen, subsiste asimismo otro especímen humano colgado de los vejetes o tarados forrados: Mujeres de buen ver y fácil asimilar si hay dinero fresco y lujos a su disposición. Un subgénero tolerado, parecido al de las zorras modelo lapa, es el de los artistas, actualmente en descomposición, pues su listón actual se reduce a una especie de corta y pega agotador y perezoso, carente de inspiración, genio, imaginación o interés real, ya que se trata de figuras huecas vestidas de purpurina, artistas marca ACME orgullosos de su mediocridad.
Los gobiernos, por su parte, dedican parte de su presupuesto a mantener esta estructura de progreso, ya que sus recursos les permiten tirar el dinero en todas direcciones y, en un ejercicio supremo de caradura, llevarse directa o indirectamente una parte. ¿Resultado? El dinero, extraño invento humano asociado a la supervivencia, corretea en un círculo limitado de miserables a los que no siempre podemos poner cara y nombre. Un círculo que juguetea al golf o come hasta explotar mientras deja morir de hambre a millones de personas a las que sí podemos poner cara y ojos, siempre famélicos e ignorantes; suena a demagogia barata y y lo es, amén de la verdad cruda.
Lo peor de todo es que las ratas a las que me refiero son objeto de nuestra envidia y adulación, cuando la realidad es que en la mayoría de los casos hasta el mismo diablo Lucifer se niega a contar con ellos, pues traspasaron hace tiempo el umbral de la indecencia para hacer enrojecer a todos los malignos juntos, tal es su catadura.
Respecto a la segunda aseveración (los imbéciles somos legión) se explica por sí misma enganchada a la primera; si los poderosos económicos y políticos son una panda de ladrones asesinos indecentes y pútridas almas, ¿por que sustentamos este orden de cosas absurdo?. Somos imbéciles por no saber cambiar la estructura cuando el común de los mortales suma el 99 por ciento de la humanidad, somos imbéciles porque nos proporcionan un pan y circo repelente y desastroso que consumimos sin pestañear, somos imbéciles porque toleramos la ignorancia propia y nos regodeamos en ella, porque aceptamos sin más esta sociedad injusta y putrefacta que ignora la integridad y la honestidad, porque nos devoramos entre nosotros mismos mientras ellos miran y ríen y, de vez en cuando, algunos de los nuestros les ríe las gracias por unas migajas o bien sirve de instrumento masacrador para los poderosos envilecidos, en la esperanza de ser uno de ellos.
Somos imbéciles porque nos mueve el dinero, una moneda pobre y evanescente que nos es robada casi al instante de recibirla, porque la personalidad y la diferencia es rasgo de antaño, hablamos igual, deseamos igual, disfrutamos igual y nos indignamos igual unos a otros, somos imbéciles porque la individualidad no existe y nuestras taras son comunes, como si hubieramos salido de una fábrica china mal montada.
Somos imbéciles por pasar la vida en trabajos imposibles de definir, torpes, monótonos, deprimentes, toda la vida perdiendo mientras conocemos la existencia de listillos que se han comido el pastel hace tiempo, por viajar a los mismos sitios como granjas de entretenimiento, por hacer fotos a los lugares sólo para enseñar que estuvimos ahí sin mirar realmente esos lugares, porque pagamos al triple de su valor justo la comida y el que la saca de la tierra no ve más que piedras, porque existen reuniones como juegos de rol en los trabajos para que los jefecillos de tres al cuarto se sientan fuertes cuando no son más que presos de confianza; más imbéciles todavía, porque nos hinchamos como globos al saber que ganamos unas monedas más que el resto, porque miramos mal al que es ignorante, cuando sabemos de nuestra propia ignorancia; cuando paseamos como imbéciles nuestra decadencia en barrios sin ventanas.
Somos imbéciles por seguir una línea de vida que nos hiere cada día, que nos va matando más rápido y que ni siquiera es nuestra, sino de ellos.
De ellos, nuestros explotadores estándar. ¿Qué importancia tiene que haya gente que lo pase aún peor, quién detiene el tren de nuestra desgracia?

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