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LA FIEL HIPOCRESÍA

¡Ah! ¿Quién es el marrano que ensucia el río?¿Quién se atrevió con los mares y los océanos?¿De dónde salen todos esos humos y vertidos?¿Quién es la conciencia del mundo? La respuesta es: todos nosotros. Del fondo de nuestra alma se extrae la certeza de nuestra infame posición y con la lengua afirmamos no ser los responsables del desastre.
Pero somos todos.
Es nuestra basura la que envenena el aire, son nuestros coches, las cocinas, la porquería que es capaz de generar un simple ser humano; de la misma manera que nuestras pequeñas perversiones nos convierten en monstruos de hipocresía. Sí, ya podemos mirar hacia otro lado, que las horas de nuestra vida son manchas; ese y no otro es nuestro legado, más o menos destrucción de lo que nos rodea.
Parece mentira no darse cuenta de la realidad, cuando despotricamos en los bares. compungidos e indignados porque alguien ha destruído la vida. Sabemos que cada uno tiene un trozo del pecado y no lo reconocemos. Sabemos de nuestra responsabilidad y buscamos cabezas de turco para apedrearla, mientras despilfarramos a lo grande los recursos.
La hipocresía es fiel al hombre desde el comienzo de los tiempos, buena hipocresía creciendo, devorándolo todo, matando dulcemente. Liberándonos del estigma cruel de nuestros vertidos morales, de nuestra piel venenosa.
Si las palabras fueran sinceras dónde residiría la infamia, dónde la mentira. ¿Quién soñó leyes y normas con honra, quién las cumplió?.
¿Quién recogerá nuestras lágrimas el día que la careta se pudra?.
A ver cómo vamos a pagar la factura de la dulce hipocresía.

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