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A TENER EN CUENTA

El mundo es una rueda que gira sola, esto es tan cierto como que hoy ha salido el sol. Sus corrientes nos arrastran a todos en todas direcciones, sus visiones son tantas como almas pensantes viven hoy mismo. Pues es pura lógica saber que la opinión personal de cada cual no es absoluta, ni siquiera significativa, excepto como norma de vida particular. Cualquiera de nosotros sabe que anda en corrientes de pensamiento, más no únicas: únicamente los tontos van a paso de oca. Una persona puede ser socialista pero si posee cierta honestidad y perspectiva es improbable que apruebe la política anti-ETA de nuestro gobierno, o tragará con dificultad el papelón del PSOE en los recientes acontecimientos de Marbella.
Creo yo.
Un amante del PP, por pura lógica, puede estar en desacuerdo absoluto con la estrategia de su partido en un caso como el del 11M o los chanchullos de Melilla. Un amante de Izquierda Unida, por contra, sabe a ciencia cierta que jamás tiene razón , pero así es la vida y tienen su derecho a equivocarse permanentemente.
Y la historia pasa por encima de nuestros cadáveres y de nuestra opinión, y las cosas suceden al margen de las personas y pocas veces la tierra se detiene a escucharte.
Así pues nuestras líneas de pensamiento marchan paralelas en algunas circunstancias y en otras nos alineamos en nuevas corrientes, y de ese fluído disperso de ideologías nace la convivencia y camina esta sociedad controvertida y contradictoria de infinitas voces que jamás, excepto si hablamos de una dictadura, jamás irá junta de la mano en todos los órdenes sociales y vitales. Y así se escribe la vida, nos guste o no. Es vital para la convivencia que los seres contemporáneos reconozcamos que nuestro pensamiento puede influir en las sociedades, pero la seguridad de que la personal idea del mundo es la justa, perfecta, es cuando menos dudosa. Mis ideas van conmigo, sí, pero sé que otros van al revés en determinados asuntos y ya está; en cualquier caso el otro tiene derecho a opinar y a luchar por su creencia.
Por eso creo sinceramente que algo está quebrado en los medios de comunicación cuando escucho o veo una tertulia donde los seis, siete o equis personas que hablan están de acuerdo perpetuo, y se expresan recalcando unas ideas que hay que aceptar porque sí. Se nota enseguida la manipulación de esta gente por el tono soberbio de su voz, por el desprecio que demuestran a sus semejantes y por que en sus cabezas de calabaza no cabe nada más que las consignas a transmitir, insistentemente, dolorosamente, estúpidamente. Cabezas borradoras de ideas ajenas, intentan siempre adoctrinar desde una atalaya superior e inmoral, como si un dios poderoso les indicara el camino a seguir, y que resulta siempre el habitual del egoísmo humano disfrazado de bondad racional; y son verdades intuitivas, lo mismo que las mías.
A mí no me parece bonito matar a los viejos o a los no nacidos, ni ponerse hasta arriba de fumar drogas para evadirse terapeúticamente y mucho menos ayudar al tercer mundo a base de repartir preservativos a mansalva; en realidad me dejan frío las mascaradas gays con sus carrozas y sus bodas y sus culturas, y lo humano sería en mi opinión que los etarras se pudrieran en agujeros inmundos antes de verlos paseando por las calles que ensuciaron. Pero están aquí los que luchan con estas ideas extrañas y tienen su espacio, aunque nos disguste. Espacio de diálogo y jamás de imposición. Pero de ahí a obligar al universo entero a tragar con su historia media un abismo muy peligroso. Tengamos nuestra opinión y respetémosla, por favor. Salir en la tele o la radio no es sinónimo de verdad, sino más bien de afinidades colectivas. Hay que aprender a distinguir opiniones y visiones diferentes a las dictadas en corporación interesada.
A eso se le llama tolerancia, a lo demás intransigencia. Y nosotros que somos perezosos no nos gusta que nos tomen por idiotas, a propósito.

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