Ir al contenido principal

UNA MEMORIA QUE OLVIDA

Parece ser que durante nuestra gloriosa Guerra Civil, matanza franquista sin parangón, fueron asesinadas 296 religiosas por parte de las cívicas, democráticas, limpias huestes republicanas.
Es evidente que la Ley del Doctor Memoria no puede ni debe abarcar a esta panda de beaticas negras, pues está claro que eran amigas de Franco, alienaban a las doctas masas milicianas y alentaban al desorden social desde los claustros, las escuelas, los partidos políticos que presidían las madres superioras y eran peligrosas hasta la saciedad. Trescientos gérmenes para un régimen del siglo XXI como fue la II República.
Debemos decir que gracias a los cielos los profundamente preparados, titulados, sabios seguidores de los líderes beatíficos del Frente Popular no descubrieron a tiempo que la avutarda, amaestrada por los rebeldes, era pieza fundamental en la organización fascista, pues a ella de deben los informes que facilitaron la masacre de milicianos cultos, que eran todos Einstein o así.
Probablemente las monjas asesinaban por la noche a los mozos y y conocían los secretos para fabricar platillos volantes, creo yo, de ahí la necesidad de su exterminio y violación, si los santos varones creían necesario desfogarse, tan avanzados estaban. Ay, el miliciano Remigio, que pá la guerra era un prodigio...
Nuestro presidente -sniff...- perdió a un familiar en la contienda, una muerte inútil pues el abuelito era tan bueno, tan manso, tan corderito blanco, que los moros de Paco no pararon hasta acabar con esa mala influencia social, un hombre religioso, apolítico, que dedicaba sus horas al rezo, a la enseñanza y a su Dios en interminable oración, casi como el pobrecito Jose Luis. Los demás españoles, descendientes todos de combatientes en la guerra, no podemos comprender la pena de estos progresistas por la pérdida de sus parientes, porque nosotros no sabemos de nadie de nuestra familia muerto violentamente en aquellos años gloriosos de la paz social y el avance plural.
¡Que gran pena la derrota de las fuerzas del Bien Absoluto!¡Años perdidos de progreso, de bienestar, de planes quinquenales y camaradas todos, puño al aire santo del pueblo! ¡Lástima de poetas, de agricultores perlados de honrado sudor, de nacionalistas dialogantes, de libertad absoluta para freírse un huevo si se tenía hambre!¡Qué derrota de la civilización!.
Si, señor, a pesar de haber sido liquidadas, las monjas supieron hacer su infame trabajo antes de morir en el escarnio que merecían.
Construyamos una máquina del tiempo para avisar a los milicianos honestos de entonces de que las checas eran escasas, la masacre demasiado pequeña; por Dios, milicias de Marx, ¿No pudisteis ser menos compasivos?¡Mirad el pago que os ha hecho la historia! ¡El viento del pueblo fue magnánimo, demasiado blando!.
Perdieron por escrúpulos, está clarísimo.
Torpes. Almas cándidas, tan torpes...

Comentarios