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LOBO

¿Por qué he de respetarte, bestia? Tú, que con tu sucia hambre vaciaste el valle y rebosaste la montaña con tu ira, con la voracidad de un cachorro mal enseñado, deseas mi muerte. Dí, ¿Dónde están los míos sino en la tierra, destrozados?; ni siquiera los comiste, tan sólo traías la rabia y me dejaste solo en la montaña, donde no hay nada. No respetas las normas de la Madre y haces acopio de las presas y no dejas acercarse al lince, al zorro, a mí mismo a la mesa de la carne. Me buscas y no me encuentras pues quedo yo, de antigua estirpe, para enfrentarme a tu maldad. No eres nuestro, eres la plaga infértil y me acusas, bípedo, de invadir tu territorio.
Sí, hombre maldito, esta noche bajaré a tu aldea y me llevaré a tu niño, así sientas el agudo pinchazo del dolor; ya no hay tregua entre nosotros, uno ha de caer, así lo he decidido. No moriré sentado, bestia deforme.

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