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PADRE

Ba nos dijo que la tierra bastaba, que un hombre es libre de correr o no, de cazar o recolectar, y Ba ha muerto como una bestia, días atrás. Él nos enseñó a desenvolvernos junto al río cuando la crecida proporciona abundancia, y muerto ha quedado junto al río; nos explicó los ardides que confunden a las presas y las señales que alertan de enemigos, pero de estos hombres pálidos no debía saber una palabra.
Los fuegos de la noche se han extinguido. A dónde vamos encerrados en la tripa de la balsa enorme no lo sé, la respiración se hace negra y sucia y Ba no respira más y su cuerpo es alimento de la tierra y de buitres y alimañas y es feliz tendido en la bendita tierra junto a sus mayores.
Nosotros lloramos a Ba que todo nos enseñó, excepto a morir dignamente en lugar de llorar en esta oscuridad que nadie sabe cuando acabará. Nuestra dignidad ha sido doblegada y Ba no lo sabía todo sobre lo que vive bajo la bóveda celestial, no lo sabía.
Somos cientos los hombres a la deriva, muertos y arrancados de la luz.

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