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UN BUEN HIJO

Era un matrimonio tan ceremonioso y serio, tal y como se entiende en ciertas provincias el ser de buena familia, que cuando ella notó que el embarazo tocaba a su fin, se puso sus mejores galas con esmero, se perfumó levemente y, acercándose al despacho de su marido, anunció:
-Fermín, nuestro hijo quiere conocerte.
El marido cerró severo el escritorio, se cambió la chaqueta y cogiendo a su mujer del brazo, la acompañó al hospital. Cuando la hubo dejado al cuidado del médico, al que estrechó la mano a la antigua usanza, acercó su cincelado bigote al oído de su esposa y declaró:
-Herminia, cuida de que nuestro hijo observe la buenas maneras desde el principio. Confio en tu buen gobierno-. Y la besó en la frente.
Herminia entró con el rostro serio y cada arruga de su piel mostraba a las claras que era de buena cuna, tal y como se entiende por buena cuna en ciertas provincias, y consiguió a duras penas no gritar en todo el proceso de dar a luz. Intentó asimismo no sudar, con poco éxito.
Y así nació el hombre llamado a heredar el linaje familiar y engrandecerlo, tal y como se entiende por mantener el linaje familiar en ciertas provincias, donde se puede ser un vagabundo o un ladrón, pero siempre con educación y orgullo de apellido. El niño, que aún no sabía nada de estas normas, lloró como un poseso y exigió comer enseguida, igual que todos los neonatos del mundo. El padre, al ser informado, suspiró y sacando una libreta seria de la chaqueta, escribió en ella ciertas notas.
-Habrá que extremar la vigilancia, necesita que lo encarrilen enseguida...- Dijo sentencioso.
Se sentó y estuvo pensativo unos minutos. Luego se presentó al niño, y tras escrutarlo con sus ojillos recios, anotó unas últimas palabras en la libreta de marras y se dijo a sí mismo:
-Por supuesto, abogado.
Abogado fue el primogénito, que menudo era Fermín. Y no menos firme era Herminia.
Tal y como se entiende que es la vida en ciertas provincias, en ciertas mentalidades...

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