El siglo XIX ruso es, sencillamente, la edad de oro de las letras de este país. Antes de caer en la tiniebla soviética, el desgraciado imperio engendró en su pútrido seno a una serie de escritores que justifican a una literatura nacional. Y los más grandes al frente: Pushkin, Gógol, Dostoievski y Tolstoi. Leer a éstos es comprender y amar la novela como arte y potencia del hombre. En un país absurdo e incompleto brotaron cuatro nombres capitales que constituyen el legado ruso, inmenso, a la humanidad. Y Fiodor es el rey de la baraja.
De vida difícil y errática, descuidado al parecer con su arte, las páginas de este hombre nos revelan el mundo de los atormentados más peliagudos y derrotados de la gran Rusia. Funcionarios maniáticos, asesinos vociferantes, bebedores y despropósitos tísicos van pasando ante la retina sin que podamos abstraernos de su historia tragicómica y zigzagueante ni un momento y, por momentos, deseamos estar junto a las pobres gentes para ayudarles a sobrellevar la humillación del mediocre, del hundido, del necio abotargado y paranoico, con un corazón que parece a punto de estallar ante la ausencia de bondad. Si tienes ánimo para acometer cualquier novela, cuento y narración de Fedor, llegarás a comprender el porqué de su fama universal y su incuestionable grandeza. No puedes amar la literatura sin leer a Dostoievski.
Yo quisiera haberme sentado junto al imposible genio y preguntarle cómo se alcanza, desde una vida caótica, trascender y llevar de la mano a los demás a un mundo hipnótico, sucio, deprimente y negativo donde uno desea abrazar al autor por obligar al lector a emocionarse y temblar a cada paso de párrafo, y sonreír de placer por tamaña joya. Fiodor no pudo hacer fortuna ni ser feliz en su vida, pero es un gigante y reina después de muerto, con mano firme y sincera.
Ya podríamos haber tenido en España escritores de esta altura, en vez de maestros del aburrimiento y la mala copia (con dos excepciones), a los que seguimos homenajeando en vez de destinarlos al olvido, sitio natural de nuestros genios oficiales desde hace...
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