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UN COMERCIAL

Hola de nuevo, amigos estándar. Siguiendo la pauta habitual de especies humanas de escombrera, hablaremos hoy mismo de los comerciales, esos individuos de edad indefinida y afanes voraces.
Lo primero que hay que saber es que los comerciales se dividen en dos tipos: Graciosos y desconcertantes. Los graciosos son los vendedores máximos, carne de estadística y voz de flauta atiplada que utilizan siempre las mismas bromas y se ríen sin venir a cuento. Su alma es negra y no dudan en pisar a compañeros y amigos con tal de vender una piruleta. Guardate de ellos. Por su parte, los desconcertantes son aquéllos que una vez aceptaron un trabajo de comercial y desde entonces penan por las aguas procelosas de vender lo invendible, y cada mes es una agonía. Ambos especímenes tienen una característica común, y es que nadie les hace caso. No tienen ventajas fiscales, no tienen paro, no tienen aceptación social fuera de su círculo y, sobre todo, no tienen ni idea de porqué están sobre la tierra ni de su vocación, si es que alguna vez la tuvieron. Sus hobbies van desde la cría de lechugas hasta la apicultura de secano, pero no les gustan los sellos ni el agua de Vichy.
Físicamente visten extraño, entre hortera y pretencioso, miran por encima del hombro a los demás cuando no están vendiendo y sueñan con el pelotazo que pocas veces les llega.
Asumen un rol de simpatía empostada cuando se reúnen a vender en ferias y exposiciones y puedes oírles en las cafeterías y bares perorando sobre el IVA y habitualmente sobre entelequias que tienen que ver con diversas humillaciones. En el fondo, por dentro lloran sin parar, pues desean cosas imposibles para la mayoría y no lo pueden asumir. Coches caros, miriadas de esclavos a su disposición, mujeres rotundas, de todo saber las marcas más exclusivas y desconocidas y gustan de reconocerse por esas marca que ansían; yo se cuáles son pero no lo diré.
Cuerpo contrahecho, cabezas rotadas y piel microarrugada son otras ventajas que disfrutan, así como conocer los hoteles de media España y haberse alojado en todos los cutres, sucios y perdidos de la mano de Dios.
Se creen amigos de famosos y poderosos y su lenguaje varía entre críptico y enteradillo. Una vez vendieron un libro a alguien relevante y se creen amigos de ellos, de sus amigos, de sus relaciones y saben todo de la profesión del comprador de su morralla, porque el otro dijo alguna frase suelta de sus afanes y ellos se inventaron el resto.
¡Por el amor de Dios, liberemos a estos humanos de sus cadenas y su oprobio! Cuando un comercial llame a tu puerta ábrele y ofrécele café y sonrisas, piensa que son como hienas perdidas e incapaces de sentir nada que no sea negocios atrabiliarios y lujos de diletantes.
Eso sí, trátales bien pero no compres su producto, pues es seguro que sirve para una cosa nada más.
Y es eligerar tu bolsillo.
Freedon for commercials, please don't shoot them!
O lo que es lo mismo, elíminemos la profesión más alienadora del mundo, no creemos monstrous de avaricia. Merecen bajar a la tierra y pasear, como los demás.

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