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TE VAS

Y entonces te vas.
No de golpe y gesticulando, no: poco a poco se aleja tu silueta hasta confundirse con lo lejano. Las conversaciones continúan y la bebida es consumida en el murmullo mas triste del mundo, la palabra interminable, el aire evaporando todo. Quiza se preguntan por donde paras o a quien escuchas, pero no dura el pensamiento, no es firme.
Te vas y las cosas pasan por tu lado sin historia, sin firmeza. Existe un tesón para dominar el exterior y hablar contigo, contigo. Y resulta que ha pasado de todo y la historia personal apenas parpadea o repara en mil hechos tristes, y te dicen al oído que ha pasado de todo, y todo malo. Mientras, las conversaciones se enroscan en un runruneo sin fin de ideas fijas y luchas inútiles, frases repetidas, conceptos afortunados que contienen ruindad en último término, tras conceptos arruinados y salvadores como cepos del cerebro más perezoso del mundo.
Me dijeron que te habías ido, con el rostro asombrado e incredúlo. Que tenías bastante y no aguantabas más la quietud, que te ibas a saber dónde, a buscar aire fresco, ideas nuevas, el universo de comprensión que echamos de menos tiempo atrás, y me imagino que el sol te golpea la cara y sonríes a saber porqué en un lugar sin nombre fácil, lejos y más allá; un lugar que no cabe en la pantalla, que entra en la mente y la habita entera al menos en el día limpio y finalmente diferente, como otra vida de otra persona. Pero eres tú, cogiendo la bolsa con cuatro cosas sucias y andando, andando, andando.
Sol sin horario ni impuesto, sol de mañana que diferencia a un hombre de una máquina, aquel que pudo verlo a recibirlo. Vivir y nada más.
Te vas y miras con los ojos del niño más viejo posible, una reliquia que nadie comprende o envidia.
¿No es hermoso vivir, soñar?

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