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EL PECADO INFINITO

Es verdad que la violencia doméstica es un crimen despreciable, y no menos cierto que el terrorismo ensucia a los hombres y mujeres que dedican sus energías a este mal. La pederastia da horror, y las formas de matanzas y abusos que este mundo ha perpetrado en diversas formas sociales y políticas -Eugenesia, Inquisición, comunismos varios, nazismo, depuraciones étnicas, religión...- no hacen sino degradar a la raza humana hasta el abismo. Violadores, asesinos y demás tarados son objeto de nuestro rechazo e indignación. Pero el máximo crimen del hombre viene cometiendose hace tiempo en silencio, con la complicidad culpable de todos, y con un extraño lenguaje suave y leve que pasa de puntillas y casi con el dedo en la boca de todos nosotros.
Porque somos asesinos, fríos, indiferentes y culpables de exterminar a nuestros descendientes, en la mayor carnicería demoníaca que se ha visto nunca, con un grito mayúsculo en nuestro corazón putrefacto, con la miseria propia del que se levanta por la mañanas y asiente entre muertos.
Este crimen máximo se llama aborto, y es permitido en medio mundo, incluída España, y me avergüenzo profundamente de estar aquí en el mismo mundo donde una cosa así está regulada y legislada. Como si un pobre niño indefenso fuera un quiste, un tumor, un juguete sobre el que ejercer derecho de masacre.
Así las cosas, digo y puedo afirmar que el estado, máximo responsable del holocausto, es represor y criminal, tanto más cuando ahora mismo se plantea ampliar el espectro de asesinato masivo, y por lo tanto, los líderes que desean criminalizar más a esta sociedad degradada y sucia hasta la nausea, son culpables y miserables sin atenuantes.
¿Qué hacer pues? Lo que cualquier persona de bien no violenta debe, en conciencia, hacer: Rechazar cualquier dominio que sobre ella se ejerce y, voluntariamente y serenamente, mandar a donde procede la legalidad indecente. Lo que supone que, al menos en mi caso, me niego a obedecer a cualquier forma de dominio que sobre mí ejerza esta basura humana organizada, cuyas manos chorrean sangre y vísceras humanas, cuya animalidad no pongo en duda y cuya autoridad no reconozco a partir de hoy.
En otras palabras, me declaro libre de pagar impuestos inmorales, libre para no respetar u obedecer a estos asesinos. No votaré, no aceptaré nada de esta basura andante y, si puedo, dañaré sus estructuras. Estoy dentro pero no pienso colaborar, robaré si puedo y engañaré seguro. Basta.
Porque me considero esclavo de un poder aniquilador y criminal, y no lo acepto.
Es demasiada sangre, no puedo tragar más.

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