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ESTADO BRUTAL

Yo, nosotros: Vientos fríos de la mañana, hielos de abismo oceánico, nieblas al fin. Caminamos sordos hacia la indiferencia refrescante, el cerebro liso, la noche ingrata y el agua infértil. No te lo creerías, manadas dormidas junto al río abandonan a los más débiles, rechazan la prole, malqueriendo, matando, en un discurdo hedonista bloqueado y sonriente. En una sociedad hostil propia de bestias, donde ampara la justicia al infractor y desprecia a la víctima, donde la dignidad es objeto de despiece brutal, no puede extrañarnos la obscena campaña sobre los preservativos y su vomitivo eslógan para evitar embarazos indeseados. Esos, pues, son nuestros hijos, pequeños bastardos amorfos, estériles, de los que nada debemos esperar, nada bueno ni excepcional, basura humana con un ADN putrefacto, dormidos en su propia opacidad y hastío.
Lo peor es que dan en la diana, y seguramente las hordas juveniles de esta tierra desgraciada comprendan y aplaudan esta parodia, este estado babilónico.
Yo, nosotros: peregrinos en un mundo vacío de expresión, el erial supremo de la mezquindad. El reino de sombras, sin futuro, sin amor, sin esperanza ni lágrimas.
Dios, somos los hijos de Nietzsche, después de todo. Todo lo hemos matado.

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