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LA DEMOCRACIA SUPERIOR

Otro muerto más. En un lugar maldito y envenenado como es el País Vasco, donde se mata a quien trabaja y crea algo por aquellos que no trabajan ni saben hacer nada que no sea destruir. Ya sabemos quienes forman parte del entramado etarra: Inadaptados, violentos sin metas ni esperanzas, macarras y quinquis nacidos de la ignorancia y la marginalidad, pues una persona formada como Dios manda es imposible que apoye a estos lerdos infinitos, en todo caso pequeños mediocres como los que forman parte del triste y ocre PNV, antediluviano y visionario amalgama de pensamientos grises, opacos, enlutados. Ya se sabe: La democracia vencerá, pero que se lo digan al muerto y a sus hijos, amigos, allegados, que les expliquen la cantinela absurda sobre las lágrimas y el cuerpo caliente aún.
Porque no es cierto ni es posible: La profunda cobardía del pueblo vasco, igual a la del español, lo impide. Esas caras silenciosas, esa aberración profunda que supone el silencio y el miedo, es profundamente español, como lo es este sistema judicial que habla y se dirige a la reinserción sin calibrar el dolor y la absoluta falta de justicia para las víctimas que no se reinsertarán ni volverán a levantarse. Una parodia de justicia, un país de concentración, todos quietos no sea que no maten a nosotros también.
Mientras la sangre brota conviene olvidar las palabras oficiales (no van a ganar, no tienen la razón, la democracia ganará, los violentos no nos moverán) propias de malnacidos sin conciencia, y reconocer dónde estamos y quién nos ha traído este barro: El pueblo vasco, cobarde y dominado, el pueblo español, acomplejado y cobarde, el PNV, el PSOE y sus sindicatos afines, los padres de la legislación, hijos de puta infinitos que nos dejaron la justicia de los ignorantes y, al fin, un visionario medio loco que asombrosamente creó esta feria: El lerdo Sabino. Izquierda Unida y su sed de sangre habitual, los nacionalistas catalanes, gallegos que juegan con los vascos a la muerte de los demás. A fin de cuentas todos y cada uno de nosotros, que no somos capaces de barrer de escoria nuestro país a base de exterminio, que es lo necesario.
No me olvido de los hombres de la Iglesia vasca, cuyo Dios espero les dé su merecido cuando rindan cuentas de sus crímenes y su asquerosa trayectoria.
A los asesinos nada, pues no son personas a las que desear nada; simples tumores timoratos que se han aprovechado de la debilidad de los cobardes.
Eso sí, la democracia vencerá, a ver si os enteraís, víctimas de ETA.

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