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LOS ELEGIDOS DE LA FORTUNA

Estos dos esperpentos (guionista política engreída hija de y cineasta espídico que así disimula sus carencias) representan la farsa anual del cine español, que pretende darse bombo y platillo a costa de una ceremonia pueblerina, repetitiva y con los mismos invitados año tras año, como un club cerrado y hermético en el que pocos entran y ninguno sale vivo. Son, además, típicos de su generación, la que definitivamente ha enterrado el oficio y la capacidad por la apariencia y las formas sin contenido. Su lucha infantil y egocéntrica centra (o eso creen ellos) la atención de la gente, esa masa indefinida que adora su cine y sus impresionantes aportes artísticos, pero que por cualquier motivo ignoto no entra en el cine para ver películas patrias. Además, los malvados ciberdelincuentes pasan sus ratos libres descargándose sin medida todo lo que se estrena y, por ende, todo lo que se publica desde esta España ingrata que no paga a sus autores las obras maestras que día a día le ofrecen los cómicos, bella palabra que los progres han adoptado como seña de identidad de falsa modestia, pues ellos se saben y sienten genios absolutos, pero no quieren decirlo abiertamente. Ayer, una vez mas, ví un rato el festival pueblerino de estos penosos seres, avergonzado y fascinado con su falta total de frescura o de cualquier cosa parecida al talento, a la sorpresa. Y asombrado de que año tras año se feliciten y llenen las horas de premios con cuatro películas mal contadas y cien millones de premios cada una, como los Oscar de un villorio siberiano. Hasta tenían chuleta para dedicar el premio a la familia, y lo leían. ¿Cómo vamos a tener aquí un Ford, un Houston o siquiera Spielberg?. Icíar Bollaín y de guionista Sinde, carajo. Mejor equipo no hay.
En fin, este año no ha sido excepción, y vuelven a congratularse del nivel casi estratosférico de sus bodrios y lamentan que los cabrones espectadores pasen de sus propuestas y vayan en masa a ver Avatar o cualquier niñada americana. Y, claro, así les va, subvencionados y sin dar explicaciones de porqué no cambian de basura temática y empiezan a trabajar de verdad, en vez de mirarse el ombligo monotemático de sus propuestas: Guerra civil, postguerra, religión opresora, comedias gamberras de trazo extragrueso y progresismo de parvulario.
El presidente de la academia nominado a tropecientas estatuillas, la vicepresidenta otro tanto, sale triunfadora una película que nadie vio (igualito que Lo que el viento se llevó).
En fin, esperpento nacional. Y todos en sala sala poniendo cara de leyendas vivientes.
Y el Bardem, otra vez premiado. El año que viene le toca a Tosar, que conste.
Estúpidos, al fin.