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UN FRAGMENTO

Le miré a los ojos, tan fuerte era su influjo. Tenía la mirada limpia y blanca y yo no pude articular una sola palabra. No importó. Hablamos durante una eternidad desde las pupilas, y esto duró unos segundos insoportables para mí.
Escuche sus reproches silenciosos apenas asintiendo; su mirada abismal leía claramente dentro de mí y no se escapaba ningún detalle a su escrutinio. Mi frente estallaba de calor. La pureza de esos ojos me atormentaban como rayos dirigidos directamente a mi cerebro, inmisericordes, brutales, eléctricos, secos. Lo sabía todo, absolutamente todo.
Finalmente no pude más y bajé los párpados, y lloré. Durante un tiempo no fui capaz de discernir donde me encontraba. Luego bajé a la calle como un sonámbulo, me diluí entre las gentes del atardecer.
Este instante supremo rompió mi vida por completo. Fue la última vez que hablé con mi padre sobre mi cruda realidad, y no hubo voces en nuestra conversación. Hubo realidad.


Joaquín Perez Sedano. Conversación con mi padre muerto. Buenos Aires, 1963.