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GRAMSCI VIVE

Al final, las ideas más simples triunfan. El señor Antonio sentó las bases de conquista del poder para el socialismo, basándose en una mezcla de legalidad y juego sucio que él mismo sufrió en su agonía y muerte; este despreciable sistema es válido también para los comunistas, cuya única diferencia con el socialismo, actual o no, consiste en que este roba más discreto y asesina menos descarado; podríamos definirlo como una forma taimada de ensoñación girondina frente a la brutal montaña. El club de los Cordeliers redefinido, vamos.
Con estos mimbres, la progresía intenta condenar a un espacio único de pensamiento a todo el orbe y no le importa mentir descaradamente a cada paso mientras los hechos niegan las palabras. No es algo perjudicial a estos menesterosos, pues su mensaje va dirigido a un público especial. 
Perdida la batalla, quierase o no, de enquistarse en las capas ilustradas de la sociedad (excluidos ciertos excéntricos), su objetivo es la masa, la chusma, los números humanos cuyo nivel de instrucción no llega a asimilar ciertas formas complejas de pensamiento, normalmente porque apenas saben sujetar un tenedor y mucho menos un idea original: todo han de ser frases y conceptos hechos, algo que los discípulos de Gramsci saben extraordinariamente bien.
Esta capa social es su mantillo, y el España lamentablemente hay mucho y de calidad descomunal, fundamentalmente por la acción deseducadora de instrucción, desde primaria hasta la universidad. Reatas de  analfabetos funcionales con título se pasean y digieren expandiendo  a los cuatro vientos la mercadotecnia progre.
Ayer salieron 10 o 15.000 de estos burros (ellos dirán que son billones) a ver si cae el gobierno y sus titiriteros ocupan de nuevo el poder y el acceso al dinero fácil de lo público, que es el núcleo de todo esto.
Porque ¿sabe alguien de algún lugar en el mundo donde está gente haya creado algo parecido a la riqueza, a la igualdad, a la potencia creativa? Eso es lo más grande, lo increíble: verles forrados después de dejar el albero como un solar amedrentado, seco y peliagudo. Pero sus peones no pueden verlo, bastante tienen con recordar las consignas fáciles y estériles de la propaganda y la agitación. Agitación y propaganda, el departamento más lucrativo del mundo progresista.
¿Y quienes son éstos que pretenden encajonar a toda la sociedad, obligarla a vomitar sus recursos por el bien de su clase dirigente? ¿Que voto obtienen conestas miserias patéticas y peligrosas a la par?
Podríamos llamarlo el voto-orco, inmenso en Andalucía y Extremadura y ciertamente potente en el resto. El voto orco que impide a todo un país casi milenario activar máquinas y enseres. 
El voto orco es, digamos, la maquinaria apisonadora. Pero ha surgido la guinda dentro de este grupo que tiene un punto mas de arrojo, de descaro y, en suma, de éxito. Son los trasgos, que vestidos como tales (adoran las camisetas ralladas), muestran una cohesión de mensaje que los orcos no poseían. 
Lo peor de todo es que estos trasgos celebran asambleas en la calle, hablan como si conocieran los secretos de la Inteligencia mas pura, y exigen a los demás lo que no han hecho ni harán jamás por si mismos: que les resuelvan los problemas. No es trabajo, es que les paguen por vivir.
Por vivir, ni siquiera piden que sea bien: la cosa es no tener que trabajar, como Gordillo I de Marinaleda o algo así.
Los trasgos, pues, son un ejercito avanzado de los orcos e igualmente intelectos disfuncionales, pero hay algo que sus amos les han proporcionado y que supone un paso más en la propaganda: tienen un título.
Regalado, sí, pero lo tienen.
Y no veas como hinchan el pecho y la fuerza de sus brazos lanzando piedras.