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SINDICATOS DE ESPAÑA

Llega un tipo cualquiera a casa después de un dura jornada de trabajo basura (ten en cuenta que no es de UGT, ni de ningún partido político, ni es Pepín Blanco) y, deseoso de conocer la noticias de proximidad va y pone Telemadrid y ¿no sabes? Resulta que... ¡No está! ¡la pantalla está negra! ¿Acaso se han vuelto locos nuestros queridos gestores y se la han fundido para ahorrar un poco?¿Será posible? ¡Quiá, queridos votantes!.
resulta que tras varios días de caceroladas y macarradas varias propias de habitantes de Mongolia exterior, los orcosindicalistas progresistas, siguiendo instrucciones precisas, han decidido que cortarán la señal cuando sus cataplines y demás lo decidan, porque sí y por sus huevitos colorados.
Estos orcosindicatos, cuyos miembros apestan a garbanzos rancios y vino de garrafa no apto para aparatos digestivos humanos y racionales, llevan un tiempo paseándose por lo pasillos de la televisión con cacerolas y objetos indefinibles para provocar ruidos mientras se trabaja (¡se trabaja, hay que joderse!), y amenazando con la finura que les caracteriza en manadas de a 500 ejemplares por reata, a ojo de buen cubero. Dejando a un lado el hecho de que la compañía de seguridad de Telemadrid es un asquete, parece algo indigesto que estos garbanceros de vino viejo decidan molestar más de cuenta, y como buenos orcos aprovechan para amenazar a la vieja usanza a todo el que no es de su cuerda, esto es, cualquier ser humano que trabaje y mantenga una cierta mirada no bovina en su almendrada cabeza. O, dicho con propiedad, cualquier persona capacitada para algo más que gruñir de la empresa en cuestión.
Además de cruces negras, amenazas veladas y orconadas propias del sector sindical, estos cabestros tienen una segunda vía de resistencia consistente en colgar por la paredes de pasillos y despachos fotos de sus retoños con preguntas como ¿Vas a permitir que papá no me de de comer? y simplezas similares. Bien.
Y ahí nos lo poner como a Fernando, prorque propongo reunir a los poligoneros hijos de los sindicatrasgos y, bien aposentados en nuestras rodillas tras inspeccionar que no han deglutido ningún potaje verdoso preparado en la cueva de sus progenitores (cueva que no pagan desde tiempo inmemorial por no quitarse la cazalluela), darle al chiquillo una ración de triste realidad.
-Niño, tu padre es un hijo de puta.
Y con esta sencilla frase quizá el pequeñuelo se decida por fin a ganarse la vida por sí mismo, sin joder a los demás. Y esta, amigos estándar, es la lección de muchos días.