Ir al contenido principal

LA CODICIA QUE VOTAMOS TODOS

Telemadrid, esa cadena fantasma que tenía mas de mil empleados chupando de todos y lleva mas de un mes haciendo el ridículo, es como una pequeña partícula que explica un universo.
El de nuestro país hecho escombrera.
Por una parte resulta fabuloso comprobar que todos los vicios y las vergüenzas y la miseria moral se amalgaman en un espacio reducido creando corrientes antagónicas que limitan absolutamente la visión clara del problema y sus soluciones. Pero la verdad está ahí mismo para quien quiera verlo.
Me imagino que hay en esa mierda de televisión, creada para dar el dinero que no se merecen, que roban y que luego se gastan en sus miserias mujeres y hombres pequeños, diminutos, inútiles y asquerosos a los que iba destinada la fundación del monstruo; esos seres de sombras que en miríadas se colocan en puestos de postín sin tener asomo de calidad profesional para desempeñar nada que no sea chupar el trasero a los basureros de los partidos políticos que cuidan de su grey. De estos seguro que alguno se queda en la televisión autonómica cobrando el sueldo de tres o cuatro profesionales que sí trabajaban y que de alguna manera creen que su labor era impagable.
Pues no.
Por otra parte la soldadesca informe, esa masa de cientos trabajando en un sitio donde no cabe ni la mitad y que son los sacrificados en esta mascarada cruel. Algunos, tercos en la objetividad, seguramente intentaron hacer un buen trabajo, pero eso no es inteligente ni práctico en nuestra sociedad. Esta masa que como siempre paga el convite se mueve entre las mentiras progresistas, el neutralismo suicida y la traición sindicalista, en un batiburrillo mental insano y letal a sus intereses.
Todos a la puta calle.
Y una tercera pata es la orcomanada sindical, los que han arrastrado al abismo a todo el mundo decente con huelgas y confusiones sobre los derechos y demás mierda progresista, y olvidan mencionar los deberes (como siempre) y juegan con el derecho a un trabajo, a una casa, a una vida digna callando la realidad, que es el derecho a ganarselo con el trabajo honrado, serio y responsable de cada uno. Porque no debe olvidarse que la idea de remunerar un trabajo debería ser siempre que ese trabajo asignado sea útil, proporcione riqueza y beneficie al sujeto al que va dirigido. No se pueden crear puestos de trabajo improductivos, o dicho a la manera de los gilipollas actuales, labores de crecimiento negativo. Lógicamente la orcomanada se queda en sus puestos de trabajo donde cobran por tocarse los huevos sindicales, exactamente igual que los leprosos sociales del primer grupo, los enchufaditos políticos.
¿Y quien crees que se queda con cara de póker de patitas en la calle? Pues la masa informe que no se entera, que apoya a unos y otros sin saber que unos y otros siguen en el ajo apestando a dinero sucio, y además, eligen a los pringados que pueden seguir. Porque sí.
Esta es la realidad. Los despedidos echarán la culpa al PP, al PSOE, a la crisis o a los sindicatos, pero nunca parecen sospechar la jodida realidad, que es que todos y cada uno de estos elementos conviven en armonía para llevarse el pastel en mayor o menor grado, y que el resto de nosotros somos pulgones a los que sacar el escaso néctar que producimos y que nuestra desgracia no tiene importancia, porque hay mucha, mucha, mucha masa a la que exprimir de una u otra manera.
De tal guisa España vive, enchufada a un sistema dictatorial de donde no ha de salirse, mundo a la deriva, vidas incompletas, cadáveres en las cunetas.
Ruina total, abismo insondable.
Injusticia perfecta y equilibrada amortiguada con palabras huecas, pero hermosas.