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EN VISPERAS

El último lunes de febrero sobre esta tierra fantasmal. Donde la gente destinada a hundirse se hunde un poco mas, donde los líderes del cambalache aporrean ciertas cabezas endebles, confusas, inexplicables. Donde los tambores de la infamia no descansan ni descansarán nunca porque su razón de ser es el poder y las riquezas ajenas.
En parte lees La historia de mi gente y comprendes ciertas cosas, ciertas corrientes. En parte lees el periodico y captas el resto, con las mareas infernales pidiendo, exigiendo, sirviendo al demonio febril de la izquierda desnuda, esa fiera con rostro de Cristina, de Castro, de Chávez, de Rubalcaba, de Cayo Lara, de tantos arracimados al rico olor de lo público, deseandolo, degustandolo, insaciables y hambrientos.
Crear puestos de trabajo, así de la manga, cosas como el carbón, como las eólicas, lo que sea para que una persona trabaje y pueda tener una parodia de vida digna, no crear riqueza ni estabilidad, crear puestos de trabajo, pero no de Las Vegas, eso no es bueno, del carbón, del carbón, para que todo un país pague la pérdida de tener entretenido a el pueblo, esa masa exigente y amorfa.
Indescriptible. Podría ser tan fácil como aplicar el orden de las cosas y proteger los caminos del individuo, pero no, hagamos masa, bulto, impuestos, presión de unos pocos a la mayoría, ya saldrán como puedan, ya asomarán la cabeza económica por otro sitio, mientras Griñan, Blanco, Bárcenas, el rey, Mato, los catalanes, los vascos, los sindicatos, los afiliados, los actores, los Urdangarines tengan su pesebre siempre cubierto y vuele el dinerito que no es de nadie.
Te sientas bajo el frío que nos atenaza y contemplas asombrado cómo se desmorona todo, maricas y pederastas cobijados en la Iglesia, pactos repugnantes con gobernantes indecentes, gente que salva sus muebles vendiendo a otra gente. Y no puedes dejar de sentir que el edificio es viejo y está cansado y que antes de que todo acabe, antes de que los chinos favorecidos por Hacienda se queden con todo y nos pongan a trabajar en fábricas preindustriales por dos perras, antes de que los moros nos pasen un cuchillo por el cuello, antes de todo eso hubo una sociedad cercana a la honestidad.
Hubo un mundo mejor hace un tiempo, pero eso se terminó cuando las gentes salieron a la calle a pedir que sean otros los que arreglen sus vidas, y ellos, con el dinero recibido por labores muchas veces estériles, tengan hamburguesas y televisiones gigantes, que decía aquel policía cansado. Mientras, el tiempo pasa. Descubro que hay dias así, vacíos de expresión, difíciles, tristes y acabados como lo que pudimos ser y no somos.