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LA DESIDIA Y LA OPORTUNIDAD

Hace más de veinte años se habló de reformar el sistema electoral, se habló de dar independencia a los jueces y, en general, al poder judicial, se habló de regenerar el sistema, se habló y no hubo nada.
Hace más de veinte años.
Hoy se habla de lo mismo, con la extraña circunstancia de que los actores de entonces están jubilados, retirados o simplemente están muertos, excepto Rajoy, que sigue aquí. Y, en la sombra, alguno más que no se va, no se va...
Entonces hay que entender que el debate se mantiene por puro interés, una especie de agarradero para la oposición política de turno, su comodín fácilmente usable cuando no se sabe qué ofrecer a los votantes; esta extraña circunstancia provocará que durante los próximos veinte años se siga poniendo sobre el tapete de las urgencias la necesidad de regenerar el sistema, y con ésta trágala la gente, el pueblo, el votante tiene carnaza ilusionante para los momentos en que, presa de la perplejidad, no sepa muy bien por donde van los tiros.
Para esta sociedad de memoria leve conviene pensar una serie de variantes que explican muy bien cómo y porqué unos sencillos trucos de prestidigitación mantienen a la vez la tensión y la necesidad de salvadores que a la postre no mueven nada en ningún sentido.
Detengámonos en los últimos cuatro años: ¿Qué ha pasado? Pues nada. El partidor conservador ha seguido la estela que dejó el partido socialista de Zapatero y poco ha transformado el tapete, con el agravante de que los problemas, por ejemplo, territoriales, han alcanzados proporciones insoportables, con Cataluña en absoluta rebelión y con las Vascongadas preparadas para dar el salto definitivo. ETA sigue ahí, negociando no se sabe qué y los gobiernos sucesivos profanando a los muertos un poco más cada vez. La ley electoral sigue ahí, abrochando una imposible composición del Congreso que premia injustamente a las minorías territoriales, a los votantes agrupados, y penaliza los votos nacionales. Los jueces parecen una lotería ajena a las leyes, según su color y estado de ánimo así sentencian, olvidando absolutamente tomos y tomos de jurisprudencia. En fin, la corrupción, las leyes tipo Memoria Histórica, la educación, la falsificación de la democracia sigue ahí, corrompiendo el sistema y a la sociedad entera. ¿Qué ha hecho el PP en estos años? Vivir, como el que dice..
Pero, y aquí está el quid de la cuestión, llega la época electoral y, burla burlando, todos sacan el as de la reforma del sistema, todos doran sus programas con la píldora mágica de las regeneración, la independencia judicial, la lucha contra la corrupción, el servicio en suma a la sociedad a la que sirven casi desesperadamente; tal es su voluntad. 
Ofrecen sueldos, recuperación económica, todo para los ciudadanos, ayudas, hospitales, carreteras, aviones, regalos imposibles para arañar un voto más. 
El día después empiezan a hablar de otra cosa: de ellos mismos. Son una sociedad en sí misma, con otras reglas y otros ámbitos. ¿Y la gente? 
La gente mira y no entiende muy bien. Sabe que los regalos no llegarán y se conforman con proclamas ideológicas que les definen: aborto, homosexuales, niños famélicos, refugiados, toros y toreros, ecología y demás morralla nebulosa y muy útil como herramienta de engaño. ¿Y la gente normal, la que trabaja y paga impuestos sobre impuestos sobre impuestos?
La gente mira y teme rebelarse, pero sospecha que está pagando las copas sin estar invitada, sin poder charlar con los que realmente disfrutan de la fiesta pagada por otros.
Porque la verdad es que cada vez que se consigue un trabajo, no está el Estado detrás pilotando, el Estado llegará cuando el sueldo para recortarlo, trocearlo, devorarlo.
No habrá reforma, señores, habrá un sistema enfermo hasta que la cosa se caiga por su propio peso, pues el mercado laboral no puede aguantar semejante presión; no es posible esquilmar y a la vez acogotar a quien de verdad mantiene el entramado, ha de caer por puro agotamiento. Si no lo liquida la extrema izquierda, que es el nuevo agente corrosivo de la sociedad.
Total, la vida son dos días, de los cuales cotizas uno y tres cuartos. La solución está a la vista para personas que realmente sean gestores eficaces y políticos de raza, gente que no tiemble a la hora de tomar decisiones valientes, inequívocas. Y aquí no parece que se den muchos políticos de fuste, sólo tenemos pequeños aprovechados que van tirando hasta el retiro dorado.
Rajoy y Sánchez podrían gobernar juntos con el amalgama de Rivera, podrían demostrar que España no es una cosa fachosa y ridícula, podrían sentarse y decidir rectificar el rumbo de un país a jirones, deshilachado y noqueado que necesita gigantes. Rivera daría la talla porque lo está demostrando, Rajoy y Sánchez no. No están para eso.
Son tan pequeños...