Ir al contenido principal

LOS PRINCIPIOS Y LOS FINES

La dimisión de Esperanza Aguirre, esperada y deseada por muchos, supone un cambio drástico, severo, del panorama político; por una parte su partido entra ya en el terreno de lo intrascendente, pues por muy dignos que se presenten a la opinión pública los nuevos amos del correaje conservador, lo cierto es que el nivel de las filas del partido es sencillamente tenebroso. Y en ese sentido Aguirre era y es una de las últimas de su especie: capaz y preparada de verdad para pilotar gobiernos y destinos políticos. Con éxito, se entiende.
No estoy hablando aquí de políticos veteranos, no: estoy hablando de gente capaz. Arenas es veterano, pero es incapaz y por supuesto sigue en la brecha. Las nuevas generaciones, personificadas en Pablo Casado, dicen mucho del nuevo modelo político del PP, gente que que habla como los ángeles de una manera entre eficaz y estándar, pero cuyo fondo gestor parece nulo; un poco como Redford en El Candidato...
Y el partido que un día tuvo en sus filas a Gregorio Ordóñez, a María San Gil, a Mayor Oreja, e incluso, sí, a Vidal-Cuadras no puede permitirse que en esa generación se hayan quedado con Celia Villalobos, Arriola y demás incompetentes absolutos, con el agravante de poseer talentos más jóvenes llamados Saenz de Santamaría, Cospedal, Floriano, Cifuentes y demás corpúsculos equidistantes y faltos totalmente de, no diré principios, sino edificio político, nociones, ideas, integridad en definitiva.
Como es lógico, la dimisión de Esperanza, acto supremo y normal de un político de fuste, a ellos les parece marciano, extraño, no extrapolable; su idioma es otro.
El jirón popular, gobernado con mano desastrosa por uno de los más nefastos, patéticos, recordables peleles de la historia reciente del conservadurismo español llamado Mariano Rajoy, no presenta buen aspecto, porque estos últimos años serán recordados por el legado trágico insoportable: Rendición al terrorismo, cobardía ante el catalanismo sedicioso, traición al buen gobierno (sencillamente se ha Zapaterizado todo el partido, parece mentira), y abono probablemente consciente al peligro absoluto radical, rabioso y poderoso como nunca se vió... Y quizá a las puertas del poder máximo.
Frente a este panorama había quien confiaba aún en personalidades como Esperanza Aguirre, pero siendo honestos, ella había abandonado toda voluntad de servicio y de lucha hace tiempo, concretamente desde 2008, cuando pudo y debió cambiar todo, y no se movió por lo que fuera. Si hubiera conquistado el liderazgo entonces no tengo dudas de que hablaríamos de otro país hoy mismo, más fuerte, más lógico, más cabal.
En su lugar nos encontramos a las puertas mismas de un gobierno presidido por un muñeco de pensamiento ameba, y plagado de perros rabiosos cuyo objetivo básico y primordial es safisfacer su odio a todo lo que no conocen, que es casi todo. Amparados por el sistema (¡El sistema!) se van a apropiar de él con consecuencias que a nadie pensante se le escapan, empezando por una pobreza insoportable. No es esperable una reacción socialista ante esto, sino una rendición incondicional a sus decapitadores, pues Pedro Sánchez, le guste o no, es de la misma pasta que Rajoy: quiere salvarse él mismo y sólo él.
La dimisión de Aguirre al fin no es más que el principio de una nueva, dudosa mano: Albert Rivera. Pero ese es un canto diferente, extraño, difícil de creer hoy día al contemplar su propuesta y sus estructuras y valores de partido.
En fin, huérfanos de políticos profesionales, tendremos que contemplar como en una pesadilla febril el busto de Mariano Rajoy defendiéndose en el parlamento, justificándose a sí mismo y un poco a los demás, durante mucho tiempo aún. Y porque cuando despertó, el dinosaurio aún estaba allí.
¿Les suena? Pues hala...