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¡Y ES POSIBLE!

Pero me gustaría de verdad que todos pudieran tener su altavoz, blancos y negros; café para todos, que dijo aquél. 
Que los medios de comunicación sean como quieran ser, y que las personas tengan acceso al que se sientan más afines, mas cómodos.
Que los artistas lo sean en libertad, sin ataduras ni compromisos; que el compromiso sea con su conciencia y nunca con favores o servidumbres.
Que los sindicatos crezcan en todas direcciones, que se vean, que no haya una persona que no pueda elegir.
Que haya leyes justas y se hagan respetar, a los que pagan y a los que reciben la paga. 
Que todos tengan claro hasta dónde se puede llegar y, sobre todo, qué consecuencias trae el saltarse las normas básica de convivencia.
Que sepamos cuál es la ley y sus límites, tras los cuales no es posible la libertad ni la pluralidad.
Que podamos tener todos la prerrogativa de no pagar asuntos que no nos conciernen ni moralmente aceptamos, que los impuestos de ciertas cosas los pague quien quiera.
Que se garantice la honestidad de los instrumentos de la sociedad, en suma. No pueden alterarse los mecanismos del mercado por intereses ideológicos o de interés. Si algo no funciona deja que caiga, la próxima vez se intentará para perdurar.
Estos puntos, al final, se reducen al último que he expuesto: debería estudiarse como paradigmático de lo que no debe hacerse la actuación y trayectoria de gente como Polanco y Cebrián o Roures, mantenedores de monstruos de comunicación sin audiencia real, con medios regalados y mucho, demasiado trato de favor, y cuyos tentáculos mantienen irrelevancias que no reflejan ni mucho menos dónde se refugia la sociedad para informarse. No es lo mismo ofrecer la comunicación que dirigirla.
Y, al final, una sociedad limpia es aquélla que admite todas las opiniones en sus medios, y en todo su territorio sin trabas ni trampas. 
Partiendo de eso tendremos por fin un lugar limpio para practicar una confrontación de ideas democrática, poderosa, real. Si todos pueden hablar todos tendrán una oportunidad. Pero que cada uno pague de una vez su café, si puede: primordial.
Y se empieza por lo básico: los diales y las concesiones de televisión, amigos del gobierno, tienen que estar a disposición de cualquiera que pueda pagarlas, de cualquiera. Afortunadamente ahora está internet para amortiguar el inmenso daño que ha hecho la injerencia del poder político en los medios de comunicación, pero no es suficiente. 
Pero lo de ahora no, lo de ahora no, señores.