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INVESTIDURA DEL ODIO ABSOLUTO, CATÁSTROFE

Reconozco mi desinterés por la investidura del señor Sánchez, entre otras cosas porque nace viciado y muerto de raíz. Tan sencillo como eso, pero hay más, mucho más; entre otras bagatelas el espanto que supone tener a este hombre dirigiendo España, aún con la muleta de Rivera. Es imposible que salga algo decente o aprovechable de la cabeza directriz de un mentecato, pues de eso hablamos: de un mentecato soberbio, incapaz de reconocer su idiocia suprema, un tipo que dispara casi en cualquier dirección para lograr acomodo en la alta política; tan improbable como que los ciudadanos de España recuperen la cordura tiempo ha perdida. Propone el inane a derecha e izquierda en una maniobra torpe, lela de solemnidad esperando que su supuesta buena planta obre el milagroso milagroso de que todos, con ojos vidriosos y emoción contenida, ciñan la corona presidencial, o tiara, que vaya usted a saber, entre vivas y besos encendidos. 
No hay caso, es demasiado lerdo el pájaro, y hasta los menos capaces de la señora cámara pueden oler la nada absoluta que se desprende de Pedro, el gran socialista vacío.
Pero siendo ridículo el personaje es fascinante la hondura de miseria que nos trae, eso sí es para hacer una tesis rampante de proporciones infinitas. Trae de todo en su morral, ofrece casi cualquier artefacto legislativo y su contrario, y con una cara cementera sube a la tribuna henchido y entusiasta y ofrece donaires a todos, incluso a su enemigo Mariano el gran cadáver: ofrece Zapaterismo en grado superlativo, ofrece subida y bajada de impuestos, ofrece cambio a 1936 y, si me apuran, a 1870; ofrece puestos de trabajo y cargarse al Ibex y ofrece en bandeja abortos, eutanasias, la enésima revisión de la educación y paliar la emergencia social, ofrece jueces sectarios y no. Por fas o por nefas viene a gobernar con un bálsamo frío y caliente. Ofrece en suma lo que uno quiera. El envase perfecto.
Lo peor es el odio, el odio eterno, encapsulado, feroz que rezuma el señor futuro presidente. Exactamente ofrece, en el fondo, odio desbordado. Y no lo puede remediar, creció con eso ¿sabes?, creció en el odio irracional y no se va a mover de ahí, como tantos y tantos otros, avariciosos de su propio mal, esclavos de su rabia. Tiene noventa escaños el señor Sánchez.
En ese instante sus señorías le comprenden y votan sí y mil veces sí al odio, lo que no le va a convertir en presidente (es empíricamente imposible con su capacidad), pero surge la magia del esperpento y se lanza cada cual a su particular, infame mensaje. Sí al odio, no al presidente, claro.
Por orden de contaminación, el resto acude a la carroña y se reboza.
Pablo Iglesias, hijo y nieto de violentos, muestra su cara más amarga y tenebrosa (¿tiene otra?) y bate todos los récords de oscuridad alimaña; Dios no quiera que este futuro Jemer Rojo toque poder, porque sólo Él sabe la cifra exacta de muertos que saciarían su sed de sangre. Lo de la cal viva es una pista del futuro, es probable que ya ande buscando proveedores. La maldad sin ambages, el horror de Conrad, la enfermedad como un estado paranoico de la democracia, la locura de Saturno devorando a sus hijos, la bestia en su cubil, decidida a salir. Tiene 70 escaños y millones de votos, esto.
Mariano Rajoy, ilustre cadáver y egregio liquidador del sistema, egoísta y torvo, inepto rodeado de ineptos (¿cómo ha conseguido desterrar la inteligencia de su partido, cómo es posible?), insano en su último estadio, enarbolando certezas huecas, y que nos odia a todos por destronarle. Se aferra febril a una supuesta legitimidad cuando su tumba está terminada y dispuesta a acogerle desde hace meses; protector y posiblemente receptor de mil y una corrupciones, cobijo de ladrones y ególatras, mediocre máximo, incapaz de hacer nada en cuatro años de poder absoluto. El que se levanta cuando se pone en cuestión su capacidad y nada dice cuando Iglesias disparata con su cal viva. Ese hombre odia y no comprende, sobre todo no puede comprender el inmenso mal, la inmensa falla que ha abierto sobre nosotros. Vive del rencor, dentro de él, alimentado por él. Tiene 123 escaños y siete millones y picos de votos, eso.
Los nacionalistas y demás, lo esperable, sucios morreos con quien sea y a lo suyo, a fin de cuentas ellos inventaron el odio y la segregación rabiosa. 
Socialistas, Comunista rabiosos, Rajoyistas, nacionalistas locos... todos ellos devorados por el odio, destruyendo el país, la sociedad, con una brutal frialdad de pervertidos, sembrando tempestades sin pensar las consecuencias, sólo ellos y su maldito odio personal.
A Rivera darle las gracias por evitar un frente popular, y por intentar lo imposible. Alejado del odio absurdo, es la única opción, hoy por hoy, de recuperar la senda de la cordura. El es el futuro, la última bala antes del ataque indio.
El dique que evita el infierno de los demás. Ay, españolitos, estad preparados pues vienen tiempos terribles, quizá más terribles que aquéllos que miran algunos ciegos trastornados. 
Esto sucede a escasos kilómetros de mi casa.