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UN ICONO ABSOLUTO

Estos días me sorprendo pensando en Cruyff. No exactamente como ídolo, sino más bien como ejemplo de una época. Uno de mis primeros recuerdos de fútbol es precisamente eso, el trote de Cruyff en una final de copa, y eso que yo era mas de Neskeens, vaya usted a saber porqué...
He revisado los típicos vídeos de sus jugadas en Youtube (nuestra memoria visual) y era totalmente mágico, a la manera que pocos pueden expresar. Citaré,entre los de su estirpe que he visto, a Butragueño detenido, a Van Basten controlando balones, a Carrasco desbordando la banda y, si me apuras, incluso los pases kilométricos, majestuosos del primer Schuster daban más emoción de la que esperas en un juego, pero Johann era el compendio y la sublimación de todos ellos, una especie de idealización futbolística. esos cambios de juego, esa superioridad no se olvidan.
Como entrenador era, asimismo, un visionario.
Pero lo que me llama la atención de su figura es que me resulta parecida a el fútbol que abanderó: una figura total, expansiva, descomunal. Como jugador representa los 70, pelos largos, altivez, talento desbordado. Como entrenador es los 80, con ese aire de yuppie desgarbado capaz de dar sentido a las aberraciones más inquietantes y justificar locuras de estrategia que costaban partidos y campeonatos. Si nos vamos al detalle parece un despropósito, con más sombras que luces: pocos títulos con el Barcelona, cierta amargura en su selección, un jugador en cierta forma fallido pero uno de los grandes: "A mí de usted que soy Johann Cruyff"...
El detalle revela a un tipo absurdo, que quería cobrar entrevistas, que ponía de portero a Busquets, que tiranizaba a sus jugadores, a los que exigía sumisión total, que simpatizaba con el independentismo más rancio, más ladrón. Ese también era Cruyff.
A la vez, el detalle revela a un genio del fútbol. Recuerdo cuando ví las imágenes siendo él mánager del Ajax y Beenhakker entrenador y con brutalidad humillante bajó en un partido que perdían 2-0 al banquillo, mandó calentar a dos jugadores mientras Leo se empequeñecía por momentos, rojo como la grana y callado como un perro, e hizo los cambios... para dar la vuelta al partido. Ese también era Cruyff.
Incluso confesaré que tan grande es su figura en conjunto, que hasta las innumerables chorradas que dijo e hizo que resultaran atractivas, diferentes, especiales. Un caso único en mi imaginario.
Al final, de Cruyff me queda una imagen grandiosa, un tipo del Fútbol con mayúsculas, una leyenda a la que hay que perdonar sus defectos, pues su sombra es descomunal, gigante, transformadora de un deporte que amábamos con locura. 
O puede que simplemente yo era un niño y este holandés estrafalario me recuerde a ese niño, a esos años, tan distantes y tan felices.
Sí, a lo mejor es eso.
Gracias, Johann, por mi infancia y por el otro fútbol. ¡Gracias por ser el setentero ideal!