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NO ES NO Y TAMPOCO

Vaya por delante que la inevitable degradación del partido socialista es una noticia hermosa, esperada y excelente para España, y esto es una verdad absoluta para mí. Desde el principio de su increíble historia hace más de cien años, esta organización no ha hecho más que perjudicar a la sociedad en base a maniqueísmos infantiles, ideología vacía de contenido real y pruebas casi eugenésicas de destrucción del sistema, cualesquiera que fuera; en este sentido se entiende su afinidad actual con Podemos, hijo putativo de las soflamas históricas de los socialistas españoles, y sucesor natural de los grandes farsantes de nuestro tiempo.
Al contemplar los postulados del socialismo español, uno no puede dejar de preguntarse (sobre el papel) cómo es posible que un corpus ideológico como el del PSOE, remedo del cristianismo más intuitivo, puede devenir en articulada actuación contra la línea de flotación de la sociedad que pretende defender; podríamos decir que son lagartijas afirmando ser dinosaurios. Desconozco la trayectoria del socialismo de otros países, pero lo que es aquí la diferencia entre fines y hechos es llamativa y además no se puede esconder. ¿Dónde, pues, está el innegable éxito de los socialistas? Probablemente en la formidable propaganda que despliegan, la naturaleza atractiva, sugerente, eficaz de sus apelaciones a mentes ansiosas de sencillas verdades que expliquen su postración. Una máquina emocional que le ha permitido subsistir a pesar de todo.
A pesar de la República, a pesar de Franco, a pesar de la corrupción rampante de sus miembros, a pesar de los golpes de estado que protagonizan regularmente, a pesar de todo ello el socialismo sigue aquí, acusando con cinismo a los demás (socorrida excusa) de sus propios crímenes, a pesar de intentos regeneradores dignos de mejor suerte como UPyD. Y ha colado, porque resulta difícil aceptar tal verdad incómoda en un partido poderoso e influyente. Se supone que tiene mucho que ver su inmensa red clientelar, mezcla de favores retribuidos espléndidamente y de amenazas casi grotescas, mafiosas. En cualquier caso funciona y el prestigio permanece a pesar de todo esto y mucho más.
¿Cómo va a desaparecer el partido del golpe del 34, de la entrega a Stalin, de los cafelitos, de los ERE, de Felipe y de Zapatero? Es imposible, si no ha muerto ya no morirá, pero al menos esperemos la irrelevancia benéfica.
El partido de la UGT, de El País, de los no a la guerra, del cerco a las sedes en 2004, de tantas infamias que sí, que han convencido a muchos de que las cosas son así y son progresismo, que es lo suyo, real honesto. El mismo partido que destroza a quien dice defender cada vez que pisa despachos públicos y cuya mascarada merece ser estudiada como milagro del engaño. En fin, a resultas de la degradación de sus próceres podemos decir que el PSOE está cerca de donde merece.
Antaño podía sustentarse con una figura como Felipe González, lo más parecido a un político de raza que ha aportado este partido, y otros cuyo valor ciertamente se alejaba del cero, pero la realidad (que no afecta exclusivamente al socialismo y ésa es su fortuna) es que con gente como Zapatero, Madina, Chacón, Iceta, Page y tantos otros es imposible mantener el negocio. Hoy mismo tenemos atrincherado en la sede al más surrealista de todos ellos: el señor Pedro Sánchez, imposible líder, inmenso progre vacío de expresión y de contenido, cuyo valor viene determinado por los rescoldos de lo que ahora llaman el ADN de las formaciones políticas.
En el caso del PSOE está claro cuáles son estas líneas maestras: El aborto, lo público devorando todo (aunque invariablemente envíen a sus retoños a caros colegios privados y se curen en las clínicas privadas no pocas veces), el tibio, o no, nacionalismo desgarrador, los homosexuales, el tema del agua, vergüenza eterna ya de nuestro país, la tibieza moral, el comer curas hasta el hastío, los pobres que nunca salen de ahí y tantas infamias disfrazadas de bondad y honda preocupación, junto con lo compartido con casi el resto de formaciones, que es la socialdemocracia. Y éste es todo su bagaje, exceptuando lo mollar cuando se trata de socialismo en España: el hambre de poder absoluto y porque sí.
En el fondo hablamos de eso y nada más que de eso. El partido socialista en nuestro país tiene un único objetivo para el que se inventa mil y un disfraces, para el que idea mil y una añagazas y les busca envoltorio ético que no puede tener, para el que, en suma, crea una ideología basada en la oprtunidad que casi nunca tienen que ver con la res pública, y si mucho con la apelación pseudoideológica de temas y posturas alejadas de las mayorías, y que a la postre proporciona caladeros de apoyos y votos entre tanta mente banal que requiere árnica deigerible fácilmente. Los grandes temas que sobre el papel son el núcleo de su razón de ser como partido jamás han sido puestos en práctica, bajo ninguna premisa, incluso cuando las circunstancias lo pedían a gritos, sencillamente porque acabaría en ese momento su razón de existir como referencia moral inalienable.
En el fondo hablamos, cuando hablamos de los socialista de este partido, de la conquista y mantenimiento del poder, sin más adornos. Del poder y sus resortes sin contraprestaciones al vulgo más allá de leyes minoritarias, de aplauso fácil entre los convencidos y de crispación entre los demás. Del poder simple para, una vez intalados en él, comenzar la labor ineludible para ellos de saquear todo lo posible. Tan simple como sonrojante,
Las hienas comienzas a devorarse a sí mismas.