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TRISTEZA

El río está seco y no fluye, excepto quizás un hilillo estéril, insultante; el calor reina y no se retira, agrede a cualquiera que se pone a tiro, a cualquiera. Plantas secas, negras de esperar agua y tierra quebrada, caminamos en recortada sin esperar nada, una sonrisa al menos, una esperanza al final del peregrinaje estúpido hacia la noche. Pero de noche es peor: no viene la brisa y los corazones gimen sin saber porqué. La deriva palpita en nuestras sienes mientras recordamos los suaves días del principio con la tierra fresca y el agua brincando por todas partes; ahora si acaso un perro gimotea lejos, casi donde el camino sale de la comarca, y gime sin ansia, es sólo un fantasma de cuando estaba en plenitud y perseguía tesoros y no tenía hambre ni preocupaciones.
El pozo espera.
Si acaso un vehículo pasa despectivo por la carretera y no se detiene, ¿para qué, si aquí no queda nada? Un rugido y se acabó. Las personas buscan un responsable y acechan al capataz de la finca grande, él no es en absoluto culpable pero lo parece; no está mal para empezar.
El río es una broma vacía donde baja únicamente la voz tenue del desesperado, del fracaso y que además no es oída por nadie, ni siquiera el puente parece el mismo después de este verano cruel, tan dolido está. 
Deberían llegar pronto las aguas y con ellas la vida en esta tierra, pero vendrá un día en que el verano empezará y no se moverá más.
Un verano total, destructor, perfecto. ¿A quién rogaremos entonces?...