Ir al contenido principal

EXPULSADO

Recién levantado esta mañana, he notado un cosquilleo malo recorriendo mi piel, un terrible augurio. Tras el segundo sorbo de café he comprendido la razón de mi malestar, que llevaba días golpeando mis sienes y perturbando mi sueño. Una especie de nube de menosprecio que, a modo de halo, iba a todas partes pegado a mí, pero que solamente me incomodaba frente a la televisión y viendo algunas emisoras concretas, un mareante pesar. Y parece ser que me inhabilita para las relaciones humanas modernas:
¡No soy homosexual!
Y lo que es peor aún:
¡No me interesa el universo gay, la cultura sarasa, las películas LGBT, la vida amorosa del mariposa!
Terrible, terrible.
¡Dios santo, no tengo la muñeca dislocada, no ando como si tuviera chinchetas en los zapatos!¡No imposto la voz!¡No he salido del armario ni he dado visibilidad a las locas! ¿Qué puedo hacer, si nadie me dice "qué bien" al confesar mis inclinaciones sexuales? ¿Cómo mostrar interés, si no lo siento, si me interesa menos que la vida invernal de los centollos?
He salido a la calle consciente de mi pequeñez y buscado caminos oscuros bajo un sol de justicia que ocultasen a los nuevos tolerantes mi impostura. No hay salida, cualquier día se destapa el pastel; he de encontrar la manera de adaptarme a las nuevas posturas, pero... a saber qué tipo de postura tengo yo que adoptar para estos menesteres, por caridad...