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UNA FRASE CONTUNDENTE

El otro día me encontré, así por casualidad, con una frase escrita hace más de 80 años por un columnista fenomenal; su virtud es que ha ido recorriendo los circuitos de mi pensamiento y, aunque se refería a un asunto concreto en una circunstancia histórica puntual, me parece fresca y nueva para hoy mismo, y he decidido quedármela y aplicarla para casi cualquier cosa, ya verás.
La argumentación, exacta y extraordinaria, se refiere a ciertos dirigentes de izquierdas durante la segunda república -la misma que intentan colarnos como cumbre le la historia patria- y viene a afirmar, con una maldad ingenua propia de un privilegiado, que los políticos en cuestión tenían unas soluciones maravillosas pero lo curioso es que no encontraban el problema al que aplicar sus recetas, y cuando apareciese el problema todo quedaría aclarado.
Aplíquese ésta máxima a periodistas, economistas, pensadores en general, directores de empresa y, en general, charlatanes que medran en base a solucionar problemas que en principio no existen o directamente son alucinaciones colectivas que han caído de pie en el imaginario.
Aplíquese, repito, a cualquier argumentación manida que vamos escuchando por aquí y allá, y nótese su eficacia y encaje. Garantizada la tranquilidad balsámica de nuestro ánimo.
Y este es nuestro drama: nos dan soluciones para problemas que no nos afectan.