Ir al contenido principal

MIRANDO

A menudo me pregunto cómo es posible que las personas que viven en el mal pueden despertarse cada día con los mismos defectos, con el mismo cinismo, con la misma maldad viviendo con ellas como sanguijuelas mentales, indestructibles. Cómo, sabiendo objetivamente que practican y abundan en la infamia, no ven la luz y abandonan sus miserias contritos y desvelados por su éxito criminal. Cómo se puede perseveraR en el error siendo personas más o menos pensantes, con éxito y con relevancia. ¿No se dan cuenta o no quieren darse cuenta?. Y, lo que es peor, ¿no les da vergüenza ninguna?. 
Pues se me ocurren dos respuestas: En primer lugar resulta que el camino del impostor es lo que le convierte en el pequeño triunfador que es, y por lo tanto el abandono de éste conlleva sin remedio al fracaso, al anónimo que todos llevamos dentro, a la célula irrelevante dentro del torrente, menguando hasta la muerte.
En segundo lugar, resulta que yo mismo me despierto cada mañana con las mismas convicciones y defectos, y jamás he comprobado en mis carnes que los cambios de actitud y de pensamiento se produzcan a la manera de San Pablo. Simplemente se maceran lentamente hasta su eclosión.
Y en eso estamos, esperando que el tiempo pase para poder ver.