Ir al contenido principal

VER LAS LUCES Y A LAS GENTES

Primero reina el silencio, tan callado todo... A cierta hora sonidos lejanos, sombras solitarias pisan el suelo, gentes que van primero y no se detienen. Pequeños cuerpos subiendo y bajando por la calle.
Un auto rompe por un instante la calma; después otro. Al final es el ruido. Aceleran la confusión las miles de gargantas y máquinas desperezadas y activas que invaden el espacio, como hormigas y elefantes se desparraman casi en cualquier dirección; cada cual fija su destino.
Al tiempo se aclara como lluvia terminando, y los recalcitrantes ocupan brevemente los huecos, amplios ya. La vida se tranquiliza y nace un rumor constante y ligero, oímos cantos de pájaros y algún ladrido, sonidos definidos, cristalinos, exactos, discernibles.
Al sol pleno vuelven los movimientos, imprevisibles y cortos; luego tranquilo, luego el bullicio. Finalmente regresan las almas a sus nidos y el gran rumor resurge brutal a la caída del sol, casi en penumbra el camino. Vuelve a gobernarnos el estruendo gigante, la energía en movimiento, los seres convergentes. Y se aclara por fin como un grifo cerrándose suave. Así cada día de nuestro tiempo en la tierra.
Somos a veces masa, a veces príncipes.
El silencio regresa trunfal y es protegido por la noche de invierno.