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USTED QUE NO ES

Un día el sol se apaga; tan sencillo como eso. Algunos llantos, algún vacío y comienza la cuenta atrás para el olvido y viento suave que se lleva las cenizas. Un tiempo precioso, eterno donde podría estar lo mejor de la vida, exactamente en la muerte. Se alcanza el centro perfecto, la mejor versión posible en el último estado; tan callado y tranquilo como un rumor de arroyo.
A ti te hablo, a ti; de tus propias palabras extraigo vanidades sin fondo y posturas sin cuento. La radiación extrema de nuestro tiempo, el experto destructor del pensamiento allí donde se igualan tercas las mentes. Aprecias febril las consignas fáciles y corres... Hay tanta vanidad...
Esto es del tiempo en que los corazones pequeños corrían en mundos propios, cubiertos de barro y de seguridades que no volvieron, Del tiempo de las leyendas humildes, y se quedaron en esos rincones salvajes, seguros, que guardan avaros las voces perpetuos, y que tal vez algún día devolverán al aire las risas y las bromas de ayer.
¿Quién osará callarlos? ¿Quién renueva los aires? ¿Qué pensaron al ver limpias sus almas, fugaces, limpias, ágiles, limpias?
Esto es del tiempo en que la tierra misma carecía de dígitos, la maldad era maldad y la ruina, ruina. Los días ciertos. Y cuando se eliminen los últimos travesaños que nos unen a la tierra, las palabras, los gestos, el aliento desaparecerá, no eternamente. Sobre la tumba aguardan esos compañeros que una vez desparramamos sobre pequeños descubrimientos, pequeños mundos de ojos grandes, asombrados. En las piedras y en las aguas, en cuartos desbordados de talento, en las lágrimas de cristal.
Usted no es nadie.
No es nadie.
Nadie.