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ALAS ROTAS

¿Quién pudo ser intachable nunca? Nadie.
¿Quién resiste las embestidas inesperadas de sus propias contradicciones? Los más preparados.
Esta semana hemos contemplado desde la satisfacción la caída de varios farsantes de la política que, víctimas de su propia telaraña laberíntica, son altamente sospechosos de negligencia inepta. Gentes ocupando espacios destinados a otras gentes, podemos decir. Pero ¿dónde están los notables? ¿Dónde la capacidad? Quién sabe...
Soraya Sáenz de Santamaría ha sido la segunda autoridad de España 7 años; ha dado en ese tiempo sobrada muestra de su endeblez gestora y, a la vez, ha sido un engranaje más en esa extraña conspiración para destrozar nuestro país, amalgama de chapuzas éticas y latrocinios descarados. Su actuación en el tema de los medios de comunicación es un ejemplo de esta política, digamos, personalizada de partido y de individuo al servicio de sí mismo. No es malo en sí excepto, como es el caso, si el personaje no tiene preparación ni honestidad para el trabajo que tiene encomendado. Con un poco de inteligente es posible ser miserable y útil a la sociedad. La tal Soraya, después de cierto tiempo dedicado a la eliminación vía calumnia de enemigos personales y profesionales, ha debido comprender que su tiempo ha pasado, haciendo mutis por el foro sin que nadie derrame lágrimas por ella. Así de vertiginosa es la carrera política hoy. ¿Por qué? Porque no hay gestores si no lo son de sí mismos y sus bolsillos. Como no valía nada, nada se ha perdido con su ausencia, más bien lo contrario. Alegría para la gente de bien.
Como no hay otra opción para justificar la ineptitud evidente de nuestros próceres, seguramente llevemos tiempo sufriendo una corriente de arreglos académicos entre ellos y las universidades de turno para dotar de supuesto conocimiento excelso a ciertos ignorantes. Es entendible en un mundillo marcado por el desgaste infinito de fuerzas únicamente para lograr puestos relevantes y dineros rápidos; y a la vez es repugnante: personas que no podrían sostenerse en niveles que requieren potencia intelectual y capacidad real campan en puestos claves de nuestra sociedad con la intención única de arreglarse las cuentas. Esto es hoy por hoy la administración pública. Un inmenso erial de cerebros desbordante de títulos trepidantes que son papel vacío portado por reconocibles analfabetos.
Por eso no extraña la caída de la tal Montón, ministra de profesión y aprovechada de condición, con la nueva moral de la titulitis galopante y su preeminencia absurda en las clausulas morales de la nueva política; no es la gestión, son los papelajos apañados en las cúpulas educativas. Bien. Como lo habrá hecho fatal (es socialista) no pasa nada. Otra kamikaze menos es bueno para España.
Ahora bien, como la pesadilla puede tornarse hermoso sueño, hoy no puedo dejar de agradecer al intermitente Rivera que ayer tuviera un día luminoso y, en un giro maravilloso y de verdad político con mayúsculas, pidiera la tesis doctoral del gran simulador Sánchez. La cara del farsante no la olvidaré, y si esta vorágine sirve para desalojar a este hombre del poder donde tanto daño hace, mi voto humilde e intrascendente va para su partido en unas deseadas elecciones generales. Que el amigo Casado caiga a su vez tampoco es mala cosecha, ya que con la fachada como única arma no se puede gestionar un país, ha de haber cimientos además. Y nos falta por aparecer el mentiroso perfecto, comunista de lujo y sicario del mal que nació al amparo de certificados académicos por fotosíntesis: el señor Rojo. Ya saben, Podemos.
Valga la moral educativa para limpiar un poco la res pública de charlatanes sin fondo, valgan los argumentos ridículos como lejía de parásitos. Valgan, en fin, estos años oscuros para contemplar un amanecer más limpio, más puro, más honesto.
Diríase que los verdugos devienen víctimas, y su legado indigno podría volver a las sombras poco a poco, sin prisa. A lo mejor así el tren avanza y no pierde carga.
Esa cara es un tesoro.