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SEPTIEMBRE

Al igual que hubo una guerra hubo una posguerra, del mismo modo que las generaciones se suceden. Al igual que hubo muertos hubo vivos y resucitados; alegraos por la salvación.
De este modo la historia pasa y se olvida y se vuelve a empezar, pero no aquí. 
Todo es odio en ciertas voces.
De igual modo que hubo un tiempo de dictaduras hubo una era del Jazz, y hubo revoluciones y hubo muertos a los que nadie hizo justicia, y hubo asesinos que asemejan héroes, y héroes tachados de asesinos. Hubo más que palabras en los días oscuros y todos lloraron por las pérdidas.
Hoy vivimos, y por nuestra época se pasean los farsantes; es, pues, la era de los farsantes y como estamos aquí nos toca vivirla: hordas vociferantes de charlatanes ilusos copando los sectores de dominio, hordas de ignorantes presos de un odio que no saben digerir aupándolos. La naúsea como concepto. Vivimos ahora y toca sufrir y escuchar y padecer la mayor plaga de incapaces de nuestra historia, tan vanos y grises como pueda ser la burda legislación de la ignorancia.
Somos sombras guiadas por la oscuridad. De nuestra herrumbre se alimentan aquéllos que no debieron emerger, tan pequeños como perezosos. Despertaron y nos acercaron al abismo y hacia el abismo vamos tan callados, tan sumisos.
No hay día que no me acuerde de aquellos gigantes de ayer, capaces de acelerar sociedades, líderes de lo que debió ser un país sacudido por las solapas y obligado a amar la libertad.
La libertad, ¿recuerdas?.
Pudimos ser otra cosa, pero al final somos sombras guiadas por la oscuridad hasta que la negrura nos borre de la tierra. Mientras tanto se borra la memoria y se acepta la farsa de bufones sin gracia. La vieja, sucia miseria moral.
Gracias, España.