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EN LA PLAYA

Hoy me acuerdo de Aylan, pobre pequeño y ahogado, su cuerpito mojado en la arena, en la playa más triste y vieja del mundo. Triste porque acogió en su seno las consecuencias de muchas acciones miserables. Vieja porque el hombre es la misma bestia de siempre.
El mismo que olvida lo preciosa que es la vida, lo grande y lo infinito, y no hay día en que pequeñas ambiciones, hipócritas tartas, palabras ventajistas y cenas calientes obligan a muchos Aylan a morir de noche -y de día- solos y angustiados.
Lo que queda es la catástrofe de un pequeño tirado en la playa, sin jugar ni sonreír.
Inerme.