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RUIDO ESTÉRIL, MISERABLE

Hay tanto ruido que no se oyen los lamentos. Hay palabras gruesas, confrontación y debates airados, y no se perciben los dolores pequeños, débiles. Somos cascaras de nuez en el océano enfurecido, perros perdidos en la noche incierta; y nadie repara en las lágrimas silenciosas de los olvidados.
No me digas que todo esto es para que vivas bien y duermas bien y tengas cosas mientras los peregrinos, ausentes, sufren la losa de alimentarte, de enjoyarte, de llenarte de lujo.
Hay tal ruido que nadie sabe dónde podemos descansar al fin sin dolor.
Sin fatiga de tanto esquivar la agresión perpetua. El dolor inútil recorre las calles.