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EL GRAN ROBO DE NUESTROS DÍAS, QUE NO VOLVERÁN NUNCA

Y qué aplaudimos, de qué nos felicitamos.
Escondidos sin remedio nos dicen que esperemos, ellos, que todo lo tienen, a nosotros que todo vamos a perder. Es una guerra absurda en un escenario perverso; ayudas no hay, no habrá, pero aplaudamos desde nuestra prisión. Los muertos nos sonríen en espantoso silencio allí donde los hayan tirado. 
¿Crees realmente que dos meses escondidos nos va a salvar, lo crees? Yo creo más bien que estamos muertos desde el momento mismo en que cerramos la puerta y empezamos a hacer el imbécil entre cuatro paredes, riendo, bromeando, todo el día haciendo el imbécil cuando lo que pasa es que nos han engañado como a chinos (sic) y como chinos acabaremos: números y números de producción. ¡Ay, occidente, qué poco vales! En otro tiempo y otra sociedad habríamos salido y plantado cara al enemigo desde la lógica y la prudencia, ahora somos gordos de cuerpo y mente y obedecemos al que manda Dios sabe porqué. Aplaudid, coño, más fuerte.
Inútiles, blandos, esclavos, encerraos, sí, confiad en ayudas que no habrá, liberaciones que no llegarán. Podemos escondernos dos años y la peste seguirá y los muertos seguirán y los gobiernos seguirán hurtando los recursos para su propio provecho, o qué crees. 20000 muertos y 30000 muertos nuestros y aplaudimos emocionados de nuestro estúpido sacrificio..
Debiéramos coger las mascarillas y los guantes y toda la parafernalia y enterrar con ello las bocas insanas que no cesan de mentir, de mentir, de mentir. Paremos un año, dos años, diez años y será igual porque, por si no lo sabes, todo está perdido. No colapsemos las UCIS, dijeron mientras olvidaron dotar de medios básicos a los que deben tener todo para la lucha, todo. No el aprovechado que se descojona en nuestra cara cada vez que habla en la TV y suelta chorradas sin fin, no ése que tiene los test que usa por pares mientras los mayores, los enfermos, los olvidados que sí son nuestros caen como chinches en el altar de marzo y abril de 2020, y que no tendrán justicia. Aplausos atronadores en la mascarada suicida.
Deberíamos estar en la calles y en los campos y en las fábricas y en los despachos y en las oficinas y en las carreteras produciendo y sacando los recursos adelante protegidos, sí, con guantes y con mascarillas y con respeto por las medidas lógicas, y no en casa adelgazando y tiendo de qué, de qué.
Y sin embargo todo se nubla y se dudad porque no cesan de mentir, de mentir, de mentir de mentir....
Ya hemos perdido: la luz, el cielo, la dignidad, la humanidad la inteligencia la vida en suma. Las calles y los caminos vacíos,la ictericia complaciente. Pues sí señor, estoy indignado al contemplar el gran vacío en que nos hemos convertido, yo, que nada soy, te digo que aplaudas tu propio entierro.
Aplaudid, imbéciles. Dicen que es lo que hay que hacer.