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REY EN SU TORRE

Hablamos de un rey en su torre, un soñador fatuo y deprimente viviendo su sueño. Juega con artefactos que imagina suyos por derechos y se congratula del poder que es capaz de ejercer, anhelo viejo como el mundo; es una estrella del rock y un actor superlativo, un Nerón del siglo XXI, un quimérico salvador de sí mismo y de lo suyo. 
Porque una vez imaginó frente al espejo discursos abrumadores y gestos excelsos que a todos embelesan y montó en aviones, tanques, posó para la cámara enamorada regalando su imagen a los mediocres adoradores que le deben pleitesía. Un caudillo inverso.
Pero mira cómo juega con sus regalos, es un niño satisfecho y aislado como pueda serlo un enajenado habla para sí imaginando multitudes fantasmales, un científico loco. A este rey en su torre debemos el derrumbe del reino, ayudado febrilmente por otros que se arraciman buscando quizá su taifa, Fuera, en la tormenta, El Bosco ve realizado su visión última, con muertos y retorcidos cuerpos confinados, abocados al hambre y la locura.
Nada sucede que no esté escrito, y era cuestión de tiempo que un loco rey en su torre de sueños cumplidos arrastrase como un Moisés extraviado a las gentes a un abismo desconocido, un pequeño césar apoyado por tan pocos que si lo cuentas nadie te creería.
Juega, príncipe, con tu avaricia; nos alegra que al fin alguien consiga lo que buscaba, alguien tan pequeño que resulta improbable, indecente, imposible, descabellado.
Pronto actuarás para nadie, rey, y de tus cenizas podemos hacer un gran fuego renovador.
Y diremos: no fue nadie, una pesadilla en la noche.