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LAS PALABRAS NECIAS DE LA TRIBU

Mira, puedo soportar que los izquierdosos patrios destrocen el país cada vez que se asoman al poder. Hay gente que les vota sólo por ver cómo destruyen la economía y hay gente que les vota por convicción aún sabiendo las trapisondas que organizan desde la moqueta. Puedo hacer oídos sordos a las trolas que adornan sus currículos que en verdad son esqueléticos y cabrían en una línea de texto, hay que vivir.
Puedo incluso pasar por alto la absurda pretensión que les adorna de hacerse pasar por geniales estadistas pues el tonto engreído tiene esa característica aunque la realidad nos muestre a una colección apabullante de seres delirantes jugando a Dios sabe qué.
Puedo soportarlo te digo. 
Lo que no puedo tragar es la arquitectura verbal de estos engendros, una montaña de trolas y verborrea mal digerida que revuelve el alma y confunde absolutamente la parte lógica de nuestro pensamiento. Me resulta imposible creer que una ideología albergue esa cantidad infinita e inabarcable de estupideces presentadas al vulgo como verdades absolutas heredadas de un chamán intemporal. Con eso no puedo, no es posible tragar tantos y tan grotescos mensajes enlatados, viejos, grotescos, desfasados e irracionales todos los días, a todas horas en todas las situaciones. Políticas para amebas, la ideología de los rumiantes.
Y, tal es mi ofuscación ante la mascarada zocata que aún hoy espero que la gente que vota ideología sin mirar nombres, la gente que puede conservar todavía tras años de mantras casposos una cierta capacidad racional se aleje de la ceguera y pueda comprender de una vez porqué hubo un 18 de julio y porqué volverá a haberlo mientras no se comprenda que hay muchas gentes, muchas libertades y muchas ganas de cerrar la boca a quien no sabe convivir.
Porque la crisis nos ha traído por enésima vez a los paladines de las palabras rancias, conceptos pueriles, ideas precarias, frases imbéciles y para imbéciles y actos vergonzosos que nos hacen comprender porqué hubo un Franco; y porqué, a fin de cuentas, se hace utópica una sociedad decente en España. O para vivir tranquilos, por lo menos.